ROSARIO MISIONERO GUADALUPANO
Le llamamos
Rosario Misionero
Guadalupano,
porque en cada continente pone de relieve algún elemento del acontecimiento y
del mensaje que la Madre de Dios transmitió a los pueblos de nuestro continente
americano por medio de sus apariciones al Santo Juan Diego en el Tepeyac,
cerrito que actualmente ha quedado enclavado en el corazón de la capital
mexicana.
Ese acontecimiento marcó el alcance de la evangelización en nuestro
continente. Pero no debe ser un acontecimiento y un mensaje de "ayer", pasado
para siempre a la historia. Quiere y debe ser un acontecimiento siempre vivo y
su mensaje debe ser siempre vigente entre los pueblos americanos.
Santa María de Guadalupe estuvo presente en los comienzos de nuestra
evangelización . Estuvo presente en el desarrollo de la misma: Sigue presente y
cuida de sus hijos en nuestros tiempos. A esta presencia suya se atribuye la
conservación de la fe, sobre todo en América Latina.
Vale la pena, pues, aprovechar el rezo del
Santo Rosario
para hacer memoria y meditar su mensaje maternal. Esto nos ayudará a conocerlo
más a fondo, a escucharlo con el corazón, a vivirlo concretamente y experimentar
esa presencia protectora y de intercesión de la Santísima Madre de Dios y Madre
nuestra, Santa María de Guadalupe.
La Santísima Virgen María fue la mujer preparada por Dios para dar existencia
humana al propio Hijo de Dios, hecho hombre por la salvación de la entera
humanidad.
En la constitución Lumen gentium del Concilio Vaticano II se afirma que "María,
aceptando la palabra divina, fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad
salvífica de Dios con generoso corazón, se consagró totalmente a sí misma, cual
esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo el misterio de
la redención con Él y bajo Él" (No. 56).
Esto significa que ella es la
"Nueva Eva"
que cooperó con el
"Nuevo Adán"
para que naciera la humanidad nueva.
Es así como María concibió y dio a luz a Jesús en Belén, estuvo con Él en las
bodas de Caná e intercedió de Él, el primer milagro, estuvo firme a los pies de
la cruz, oró con los Apóstoles en el cenáculo. Y ahora, elevada a la gloria del
cielo, sigue intercediendo por el mundo, por la Iglesia, y por cada uno de
nosotros.
Con el rezo del
Rosario en su honor
celebramos esa cooperación suya, confiamos en su asistencia maternal, pedimos su
intercesión delante de su Hijo Jesús.
Después de hacer la Señal de la Cruz se reza el Acto de Contrición.
MISTERIOS GOZOSOS
Lunes y Sábado
PRIMER MISTERIO GOZOSO ÁFRICA
En el primer misterio gozoso contemplamos la anunciación del ángel a María y la
encarnación del Hijo de Dios.
Ha llegado el momento tan esperado por la humanidad: "Al llegar la plenitud de
los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer" (Ga 4,4).
María de Nazareth, la mujer preparada por Dios y anunciada por los profetas,
conoce por medio del ángel los designios de Dios y los acepta con un "sí"
generoso y total. Ella representa a toda la humanidad que recibe al Salvador tan
esperado.
Al llegar la plenitud de los tiempos para nuestro continente americano, Cristo
envió a su propia Madre al Tepeyac de México. Leemos en el "Nican Mopohua"
(narración original del acontecimiento Guadalupano escrita en idioma náhuatl):
"Diez años después de tomada la ciudad de México, se suspendió la guerra y hubo
paz entre los pueblos. Así empezó a brotar la fe y el conocimiento del verdadero
Dios por quien se vive".
El evento de Guadalupe y su mensaje, tal como los encontramos en la narración
original, aparecen inculturados, encarnados en la cultura y en la realidad de
los mexicanos de aquel tiempo. Desde entonces, como el Papa lo afirma: "América
Latina, en Santa María de Guadalupe, ofrece un gran ejemplo de evangelización
perfectamente inculturada. En efecto en la figura de María, desde el principio
de la cristianización del Nuevo Mundo y a la luz del evangelio de Jesús, se
encarnaron auténticos valores culturales indígenas. En el rostro mestizo de la
Virgen del Tepeyac se resume el gran principio de la inculturación" (Juan Pablo
II).
En este misterio pidamos para que la Santísima Virgen siga acompañando la labor
de todos los misioneros en África, para que el mensaje del Evangelio siga
inculturándose en tierras africanas y para que surjan grandes evangelizadores
entre los mismos africanos.
SEGUNDO MISTERIO GOZOSO - AMÉRICA
En el segundo misterio gozoso contemplamos la visita de María a su prima Isabel
y la santificación del precursor Juan Bautista en el seno de su madre.
En la anunciación el ángel había dicho a Maria: "Isabel, tu pariente, ha
concebido a un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que
llamaban estéril" (Lc, 36).
María deja de prisa el recogimiento de Nazareth y va a visitar a su pariente,
llevando la generosa ayuda de su caridad, pero sobre todo llevando a Jesús y
comunicando a Isabel, al esposo Zacarías y al niño Juan, aún antes de nacer, las
gracias de la salvación.
Al iniciar la historia de la salvación en nuestro continente americano, María
nos visitó. Su visita trajo a nuestros pueblos su presencia maternal llena de
ternura. La Virgen de Guadalupe se presenta a Juan Diego, en primer lugar como
la Madre de Dios, y lo hace sirviéndose de los conceptos de la teología náhuatl:
es la madre de Ometeotl, el único y verdadero Dios. En segundo lugar se presenta
como nuestra madre y le dice: "Deseo vivamente que se me erija aquí un templo
para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy
vuestra piadosa madre" (1 a. aparición).
Pero, lo más importante es que su visita nos trajo a Jesús: en efecto la imagen
que ella dejó grabada en la tilma de Juan Diego muestra a una mujer encinta: es
la Virgen de la visitación, la misma que, estando encinta llegó a la casa de
Isabel y comunicó el primer anuncio de la redención.
En este misterio queremos pedir para que Santa María de Guadalupe siga visitando
nuestros pueblos de América para socorrer nuestras necesidades; pero sobre todo
para traemos a su hijo Jesús que es camino, verdad y vida.
TERCER MISTERIO GOZOSO-EUROPA
En el tercer misterio gozoso contemplamos el nacimiento de Jesús en Belén y el
anuncio de la salvación a los pastores y a los reyes magos.
"Tanto amó Dios al mundo que mandó a su hijo único" (Jn 3,16).
"Se le cumplieron a María los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo
primogénito, le envolvieron en pañales y le acostó en un pesebre porque no
tenían sitio en el alojamiento" (Lc 2,6-7).
"El ángel les dijo a los pastores: Os anuncio una gran alegría... os ha nacido
hoy un salvador" (Lc 2, 10-11).
Jesús, el hijo de Dios, nace en la pobreza de un pesebre y se manifiesta a los
pastores.
María de Guadalupe, la Madre de Dios, elige el Tepeyac, que forma parte de la
periferia donde habitaban los desplazados por la conquista, para manifestarse a
Juan Diego, un indio recién bautizado. Desde allí envía a su mensajero hacia el
centro del poder civil y religioso para hacer conocer su mensaje al obispo de
México.
Convierte así al "evangelizado" Juan Diego en "evangelizador", de quien era
oficialmente portador del Evangelio. La Virgen le había dicho: "Oye, hijo mío, y
ten entendido que son muchos mis servidores y mensajeros, a quienes puedo
encargar que lleven mi mensaje y hagan mi voluntad; pero es de todo punto
preciso que tú mismo solicites y ayudes y con tu mediación se cumpla mí
voluntad" (2a. aparición).
Fue de esta manera que el obispo Zumárraga y los demás misioneros tuvieron que
conocer la voluntad de la Madre de Dios por medio de aquel hombre que ellos
mismos habían evangelizado y bautizado.
En este misterio pidamos para que la Iglesia europea, que tradicionalmente ha
sido evangelizadora, recupere su vitalidad y para que se mantenga abierta a la
generación y al intercambio con las iglesias jóvenes.
Pidamos también para que de América Latina surja una gran muchedumbre de
misioneros y misioneras quienes, como Juan Diego, sepan llegar hasta los
antiguos evangelizadores para darles un renovado anuncio del evangelio de Jesús.
CUARTO MISTERIO
GOZOSO-OCEANÍA
En el cuarto misterio gozoso recordamos cuando María y José, al cumplir los
cuarenta días del nacimiento del niño Jesús, le llevaron al templo para
presentarle al Padre celestial.
Allí se encontraba Simeón a quien "le había sido revelado por el Espíritu Santo
que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor". Cuando vio al
niño, movido por el Espíritu de Dios, reconoció en él al Mesías esperado por la
humanidad y enviado por Dios como "luz para alumbrar las naciones" (Lc 2,
26.32).
La profetisa Ana "como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y
hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén" (Lc 2,38).
Simeón esperaba ver al Cristo para poder morir en paz.
El día 12 de diciembre de 1531, Juan Bernardino, tío de Juan Diego, que era muy
anciano, se encontraba en su casa muy enfermo y esperando la llegada del
ministro de Dios. Quería recibir consolación y los auxilios santos para
reconciliarse con Dios y poder morir en paz. Pero su hora no había llegado
todavía ya que cuando Juan Diego iba rumbo a la ciudad a toda prisa a buscar a
un sacerdote, la Santísima Virgen se le hizo la encontradiza y le animó
diciendo: "No te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá ahora de ella:
está seguro de que ya sanó". Y entonces sanó su tío según después se supo.
También le dijo la Señora que, cuando fuera a ver al obispo, le revelara lo que
vio y de qué manera milagrosa lo había sanado (4a. aparición).
En este misterio gozoso del rosario pediremos por todos los ancianos y ancianas
de Oceanía y del mundo, para que haya quien, como Juan Diego con su tío, esté
cerca de ellos y los ayude en sus necesidades. Pero sobre todo le pedimos a la
Santísima Virgen que ella misma los alivie en los achaques y molestias de la
edad y les consiga de Dios poder llegar a conocer a su Hijo Jesús, para su
completa y eterna salvación.
QUINTO MISTERIO
GOZOSO - ASIA
En el quinto misterio gozoso contemplamos a Jesús adolescente de 12 años que
subió al templo con sus padres.
"Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando
tuvo 12 años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse,
pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres".
Al no encontrarlo en la caravana, María y José se volvieron a Jerusalén en su
busca. "Y sucedió que al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo sentado
en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían
estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas" (Lc 2,41-43.46-47).
Juan Diego fue a la casa del obispo Zumárraga para contarle todo lo que había
"visto, admirado y oído" cumpliendo de esta manera la voluntad de la Virgen.
Como los maestros del templo de Jerusalén, al oír las preguntas y respuestas de
ese muchachillo de 12 años, "estaban estupefactos por su inteligencia" así le
pasa al obispo, el cual, ante la insistencia de Juan Diego, llevado en parte por
la incredulidad y en parte por la prudencia, le pidió que le trajera una señal
para poder creer que era realmente la Madre de Dios la que se le aparecía. La
Santísima Virgen le dijo a Juan Diego que subiera a la parte alta de la montaña
y que recogiera las rosas que encontraría para llevarlas como señal. Así lo hizo
y cuando abrió su tilma delante del obispo, cayeron las rosas y apareció la
imagen de la Madre de Dios pintada sobre el rústico tejido de la tilma.
Los grandes pueblos de Asia en su prudencia y sabiduría humanos quieren señales
extraordinarias que acrediten el mensaje evangélico proclamado por los
misioneros. Por otra parte ellos son muy respetuosos y amantes de la naturaleza.
Pidamos para que la Madre del verdadero Dios conceda mucha sabiduría a los
mensajeros de su Evangelio en Asia. Y encuentren caminos que los lleven a Aquel
que Dios nos envió como único salvador.
MISTERIOS
DOLOROSOS
Martes y Viernes
PRIMER MISTERIO DOLOROSO
En el primer misterio doloroso contemplamos a Jesús que ora y suda sangre en el
huerto de los Olivos.
"Entonces Jesús salió y se fue, como era su costumbre, al cerro de los Olivos; y
lo siguieron también sus discípulos. Cuando llegaron al lugar, les dijo: "Orad
para no caer en tentación".
Después se alejó de ellos como a la distancia a la que uno tira una piedra, y
doblando las rodillas, oraba diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este
calizo Sin embargo, que no se haga mi voluntad sino la tuya".
Entonces se le apareció un ángel del cielo que venía a animarlo, y empezó a
luchar contra la muerte. Oraba con más insistencia y su sudor se convirtió en
grandes gotas de sangre, que caían hasta el suelo" (Lc 22,39-44).
En el silencio y la oscuridad de esa noche en el huerto de los Olivos Jesús
presintió los tormentos que caerían sobre El y pidió al Padre que alejara de El
la prueba.
Juan Diego y los de su raza fueron humillados por el conquistador, y vivían una
situación de opresión; eran los más pobres entre los pobres. El mensajero de
Guadalupe era consciente de todo esto y cuando se dio cuenta de que el obispo no
le había creído, pidió a la Virgen que no lo enviara nuevamente. Le dice:
"Señora mía... mucho te suplico que le des tu encargo a uno de los nobles más
valiosos, los conocidos, estimados y respetados". Y María le responde: "Aunque
muchos son los mensajeros a quienes puedo dar el encargo... es de todo punto
preciso que con tu mediación se cumpla mi voluntad" (2a. aparición). Después le
animó para que fuera y cumpliera la misión que le había dado.
Hoy nos toca a nosotros acercamos a Jesús que ora y suda sangre en el huerto;
nos toca a nosotros prolongar la oración de Jesús, y recoger las gotas de su
sangre ofreciéndolas a Dios-Padre por el continente Africano. Y nuestra oración
y ofrenda tendrán más eficacia si sabemos unir nuestros sacrificios, nuestras
penas y sufrimientos al sudor de sangre de Jesús para la evangelización de
África.
SEGUNDO MISTERIO
DOLOROSO
En el segundo misterio doloroso contemplamos la flagelación de Jesús. "Cada
fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que
quisieran. Tenían a la sazón un preso famoso, llamado Barrabás. Y cuando ellos
estaban reunidos, les dijo Pilato: "¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o
a Jesús, el llamado Cristo?", pues sabía que le habían entregado por envidia...
Respondieron: ¡A Barrabás! Díseles Pilato: "¿y qué voy a hacer con Jesús, el
llamado Cristo?". y todos a una: <<¡Crucifícalo!"... Entonces les soltó a
Barrabás; y a Jesús, después de azotarle, se lo entregó para que fuera
crucificado" (Mt27,1 5-18.21-22.26).
Jesús afrontó la humillación y el sufrimiento de la flagelación para reparar los
tantos y graves delitos que se cometen contra la dignidad de las personas.
La Virgen María vino a nosotros, con sus apariciones en el Tepeyac, cuando la
mano pesada de los conquistadores azotaba y humillaba la dignidad de nuestros
antepasados. Los trataban como esclavos, los maltrataban con azotes, los
asustaban y mataban con sus armas, y se servían de ellos únicamente para sus
intereses ya sea en los trabajos pesados de las minas, ya sea para labrar los
campos de sus inmensas posesiones.
La "Madre del verdadero Dios por quien se vive" quiso que se le erigiera un
templo en medio de nosotros para "en él mostrar y dar todo mi amor, compasión,
auxilio y defensa... Para oír allí sus lamentos, y remediar todas sus miserias,
penas y dolores" (la aparición). El mensaje de María de Guadalupe es una "buena
noticia" de amor y consolación, pero también de rehabilitación y redignificación
de un pueblo humillado, oprimido y marginado.
En este misterio pidamos que Santa María de Guadalupe nos alcance de su Hijo la
gracia de ser solidarios con nuestros hermanos indígenas que, marginados en las
sierras o en las ciudades, luchan todavía hoy, como Juan Diego por la vida, por
la tierra, por su dignidad y por la justicia.
TERCER MISTERIO
DOLOROSO
En el tercer
misterio doloroso contemplamos a Jesús tratado como rey de burlas y humillado
con una corona de espinas y una caña por cetro.
"Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y
reunieron alrededor de El a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima
un manto de púrpura; y trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre la
cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de El, le
hacían burla diciendo: "¡Salve, rey de los judíos!" . y después de escupirle,
cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza" (Mt 27,27-30).
Jesús sufre y aguanta ese dolor físico y esa humillación moral para reparar
todas las ambiciones y delitos de aquellos que aprovechan el poder para dominar
a los pueblos y ejercer su gobierno no sólo olvidándose de Dios, sino incluso
pisoteando la ley de Dios y destruyendo el sentido religioso y la fe cristiana
entre los ciudadanos.
Dios envió al mundo a su Hijo único para redimimos y nos dio a María como
mediadora entre El y nosotros. El Nican Mopohua aclara esto desde el principio.
En varias de sus expresiones, la Santa Virgen de Guadalupe utiliza grupos de
tres palabras: quiere un templo para «oír, remediar, y curar» sus «miserias,
penas y dolores». El número tres, en la teología indígena náhuatl, era símbolo
de mediación entre el cielo y la tierra.
Para muchos latinoamericanos Santa María de Guadalupe ha sido desde siempre la
mediación más extraordinaria que Dios ha escogido para manifestar el amor que
tiene a sus hijos. Ha sido la escuela en donde muchas generaciones han aprendido
que Dios es padre y madre, que nunca se olvida de sus criaturas y que no esta de
acuerdo al ver a tantos de sus hijos pisoteados y condenados a sobrevivir en
condiciones que de humano no tiene ni el nombre.
En el rezo de este misterio pidamos a Cristo Rey del universo y redentor
nuestro, que por la intercesión de la Santísima Virgen de Guadalupe, reavive la
Fe de los pueblos europeos, para que Europa y en el mundo entero se extienda el
reino de Jesús, reino de justicia, de amor y de paz.
CUARTO MISTERIO
DOLOROSO
En el cuarto misterio doloroso contemplamos a Jesús condenado a muerte por
Pilato y su camino al Calvario llevando en sus hombros el madero de la cruz.
"Tomaron pues a Jesús y El, cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado
Gólgota..." (Jn 19, 16-17).
"Cuando le llevaban echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del
campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. Le seguía una
gran multitud del pueblo y mujeres que se dolían y se lamentaban por Él" (Lc
23,26-27).
A lo largo del camino doloroso probablemente Jesús encontró a su Santísima Madre
que le acompaño hasta la cumbre, al lugar llamado Gólgota, que quiere decir
«Calvario».
Simón de Cirene se ve forzado a cargar con la cruz de Jesús y, de este modo, aún
contra su gusto, realizó un gesto de solidaridad.
El «cirineo» no ayudó por iniciativa suya, así como Juan Diego no se convirtió
en mensajero de la Virgen por propia iniciativa. Fue la Madre de Dios que le
pidió que fuera su colaborador, su mensajero. Sabía que la tarea que le
encomendaba no era fácil y lo animaba a ser su «buen cirineo» diciéndole: "Ten
por seguro que te lo agradeceré bien y lo pagaré, porque te haré feliz y
merecerás mucho que yo te recompense del trabajo y fatiga con que vas a procurar
lo que te encomiendo" (1a aparición). Y en otra ocasión le decía: "Sábete,
hijito mío, que yo te pagaré tu cuidado y el trabajo y cansancio que por mí has
emprendido" (3ª. Aparición).
Juan Diego asume su papel de <<buen cirineo>> de Santa María de Guadalupe y
realiza con entusiasmo y fidelidad todo lo que ella le pide sabe que cuenta con
la confianza y protección de su madre del cielo.
En este misterio pidamos a la Virgen de Guadalupe que nos ayude a convertirnos
en "cirineos" de los misioneros, especialmente de los que trabajan en Oceanía,
sosteniéndoles con nuestra oración y con nuestros sacrificios.
QUINTO MISTERIO
DOLOROSO
En el quinto
misterio doloroso contemplamos la crucifixión y muerte de Jesús.
"Tomaron a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado
Calvario... y allí le crucificaron" (Jn 19,17-18).
"Así mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros
predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los
gentiles; mas para los llamados lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza
de Dios y sabiduría de DIOS" (1 Co 1,22-24).
Poquísimas palabras para describir el crimen más grave y la muerte más injusta
acaecida en el mundo, y al mismo tiempo el acto de amor más grande con que Dios
ha amado a la humanidad: "El (Dios-Padre) no perdonó a su propio Hijo, antes
bien le entregó por todos nosotros" (Rm 8,32).
Cuando llegaron los primeros misioneros a México y empezaron a predicar el gran
misterio del Hijo de Dios hecho hombre y muerto en una cruz, los habitantes de
esas tierras quienes tenían un gran concepto de la trascendencia del ser divino
se quedaban no sólo indiferentes, sino incluso escandalizados. Resultaba
incomprensible para su mentalidad y cultura admitir ese misterio de acercamiento
de Dios al hombre y esa humillación de la divinidad hasta la muerte del Hijo de
Dios en la cruz. Eran, pues, muy pocos los que aceptaban ser cristianos.
Cuando llegó Santa María de Guadalupe se acercó al indio Juan Diego, hablando su
idioma y tratándolo con sencillez y cariño. De esta manera, aún revelándose como
"la madre del verdadero Dios, del creador, del señor del cielo y la tierra", le
hizo comprender que el "Dios grande y lejano", en realidad se había hecho tan
pequeño que entró en su seno; y que estaba tan cerca de su pueblo que les había
enviado a su propia madre para quedarse con ellos. La llegada de María en el
Tepeyac, abrió los corazones del pueblo indígena a la aceptación del Cristo
crucificado y allanó el camino a la obra evangelizadora de los misioneros.
Pidamos a la Santísima Virgen María que repita esas maravillas entre los pueblos
de Asia, para que ellos también se abran a la gracia de la salvación que brota
de la cruz donde está clavado el Hijo de Dios, único y verdadero redentor de la
humanidad.
MISTERIOS
GLORIOSOS
Miércoles y Domingo
PRIMER MISTERIO GLORIOSO
En el primer misterio glorioso contemplamos la resurrección de Jesús.
"El Ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: Vosotras no temáis, pues sé que
buscáis a Jesús, el Crucificado; no está aquí, ha resucitado, como lo había
dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus
discípulos: ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a
Galilea; allí lo veréis" (Mt 28,5-7).
La vida de Jesús y su obra redentora no se acaban con la tragedia del Calvario
ni en la oscuridad y el silencio del sepulcro. Al tercer día Jesús resucita,
como lo había anunciado. Con su resurrección empieza para la humanidad redimida
una historia nueva. La Virgen de Guadalupe vino a dar nueva vida y esperanza a
un pueblo que quería morir
y hasta olvidar que había existido.
Si alguna palabra puede resumir al mensaje de Guadalupe, es precisamente
ésta: nueva vida .
A un pueblo caído, dominado, esclavizado, María le entrega un mensaje de
libertad, de dignidad, y una razón de existir. María de Guadalupe pone su
confianza en quienes no confían ni siquiera las autoridades religiosas.
Transforma a Juan Diego, lo recrea, de un «pobre indio» en otro hombre, le da
una nueva personalidad; ahora es su hijo y el mensajero de su confianza.
No basta, sin embargo, la experiencia religiosa íntima. La reconstitución del
nuevo sujeto indio es tarea que el mismo indio tiene que llevar a cabo en su
propio drama y en su propia historia. Su rehabilitación no termina en el diálogo
amoroso con María, sino ante el obispo, a quien entrega las rosas «para que
aparezca la verdad de mi palabra».
En este misterio pidamos para que la Santísima Virgen María, quien transforma en
mensajero suyo al indio Juan Diego, transforme también a los africanos en
mensajeros del Evangelio, para la venida del Reino de Jesús en todo el mundo.
SEGUNDO MISTERIO
GLORIOSO
En el segundo misterio glorioso contemplamos el mandato misionero de Jesús a los
Apóstoles y la ascensión al cielo del Señor:
"Estando sus discípulos reunidos, Jesús les dijo: Id por todo el mundo y
proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice se
salvará... Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo
y se sentó a la diestra de Dios.
Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y
confirmando la Palabra con las señales que le acompañaban" (Mc 16,15.19-20).
Jesús ha terminado su misión sobre la tierra. Ahora les toca a sus discípulos
continuar y completar la obra de la salvación. Y es obedeciendo a este mandato
del Señor que los misioneros llegaron a nuestro continente a traernos la riqueza
de la fe cristiana.
La Santísima Virgen de Guadalupe con cariño maternal muestra a Juan Diego sus
posibilidades, sus cualidades, le hace recuperar su dignidad y su valor, y le
hace aceptar como propio un papel que ha de cumplir con esmero, ser su
embajador: «Ve allá al palacio del obispo de México, y le dirás que yo te envío
como mi mensajero».
El vidente del Tepeyac no se contentó con llevar el mensaje de la Madre de Dios
al señor obispo, sino que se transformó en un verdadero apóstol. Una vez
construida e inaugurada la ermita en el lugar de las apariciones, Juan Diego se
quedó encargado de la casa de oración. Allí él daba a conocer a los visitantes y
peregrinos que venían los acontecimientos del mes de diciembre de 1531. Además
enseñaba a todos las verdades de la fe cristiana y los mandamientos de la ley de
Dios, con su palabra, con sus oraciones y sobre todo con su testimonio de vida.
Él fue el primer catequista indígena de América Latina.
En este misterio pidamos por la intercesión de María de Guadalupe, y de su
mensajero, el santo Juan Diego, que el señor llame a muchos jóvenes de nuestro
continente americano y los envíe por el mundo entero a anunciar la Buena Nueva.
TERCER MISTERIO
GLORIOSO
En el tercer misterio glorioso contemplamos la venida del Espíritu Santo sobre
los Apóstoles en el cenáculo.
"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar... Se
les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre
cada uno de ellos, quedaron todos llenos del Espíritu Santo..." (Hch 2,1.3-4).
"Después de haber escuchado a Pedro y a los demás apóstoles, los que acogieron
su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas tres mil almas" (Hch
2,41).
Pedro fue el primero quien abrió las puertas del cenáculo para anunciar con
valentía a Cristo muerto y resucitado. Más tarde la fuerza del Espíritu Santo
cambió la vida de «Saulo el perseguidor» en la de «Pablo el evangelizador». Y
Pedro y Pablo llegaron a Europa para anunciar el Evangelio. Sobre los cimientos
de la predicación apostólica y el testimonio de su martirio, la fe cristiana se
afianzó y se extendió por todo el continente europeo. Y Europa, antes centro del
gran imperio romano, se transformó en centro de irradiación del cristianismo.
Cuando la Santísima Virgen María se le apareció a Juan Diego en el Tepeyac, los
habitantes de México estaban divididos. Existían innumerables tribus, con
costumbres, creencias, ritos e idiomas muy diferentes entre ellos. Pero la
llegada de la Madre de Dios, su manera de acercarse al indio, de hablar su
idioma, de asumir su lenguaje y su cultura, de quedarse entre ellos con su
sagrada imagen grabada en una tilma, fueron más eficaces que las catequesis y
los sermones de los misioneros. Poco a poco, en el nombre de Santa María de
Guadalupe, México se hizo cristiano, y las varias tribus se encontraron reunidas
en la misma fe.
Hasta hoy en día, el santuario de "La Villa" y la veneración y devoción a la
"Morenita del Tepeyac" constituyen el elemento que más une en un solo pueblo y
una sola fe a los habitantes de todo México.
En este misterio pidamos por la intercesión de la Virgen de Guadalupe, una nueva
efusión del Espíritu sobre el Papa, los obispos y toda la Iglesia de ese
continente para que surja "una nueva primavera de vida cristiana", el viejo
continente rejuvenezca bajo ese soplo del Espíritu de Pentecostés.
CUARTO MISTERIO
GLORIOSO
En el cuarto misterio glorioso contemplamos la asunción de la Santísima Virgen a
los cielos.
El Concilio Vaticano II afirma: "La Virgen Inmaculada, terminado el curso de su
vida terrena, fue asunta a la gloria celestial en cuerpo y alma".
La Virgen María ha sido la "Nueva Eva" que se puso a lado de su Hijo Redentor,
el "Nuevo Adán", para dar inicio a una nueva humanidad. Era, pues, muy lógico
que Jesús se la llevara al cielo en alma y cuerpo para que disfrutara plena y
definitivamente de los beneficios de la redención.
La asunción de María al cielo no fue una "despedida" de sus hijos peregrinos en
este mundo. Al contrario: Jesús la quiso en el cielo para que desde allí pudiese
darse cuenta de las necesidades de todos sus hijos en la tierra y, estando junto
a su Hijo-Dios, pudiese interceder por nosotros, como lo hiciera un día en las
bodas de Caná.
Prueba de ello son las numerosísimas apariciones de María en todos los rincones
de nuestro planeta. Con el pasar de los años se han multiplicado los santuarios,
las capillas, los altares y los nichos que sus hijos le han dedicado para
recordar su presencia materna entre nosotros y para agradecerle las gracias y
los favores recibidos por su intercesión.
Ella está siempre junto a sus hijos, como lo dijo a Juan Diego en la cuarta
aparición: "No se turbe tu corazón... ¿No estoy aquí yo que soy tu madre? ¿No
estás tú bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás tú, por ventura, en mi
regazo?". Son palabras muy hermosas y alentadoras que ponen de manifiesto cuánto
y cómo esta madre celestial se preocupa por nosotros sus hijos.
Los misioneros que trabajan en Oceanía, como los que trabajaron y trabajan en
otros continentes, saben con certeza que María, la Madre de Jesús y de los
cristianos, subió al cielo para poder acompañarlos y socorrerlos mejor en su
labor evangelizadora. Pidamos, pues, a ella que afiance el corazón de los
misioneros y misioneras con esa confianza total en su maternal protección. Y
pidámosle también para que nuestros hermanos de Oceanía, incluso los que habitan
en las islas más pequeñas y remotas, puedan experimentar el poder de su
intercesión delante de Jesús, para que llegue para todos ellos el día de la
redención.
QUINTO MISTERIO
GLORIOSO
En el quinto misterio glorioso contemplamos la coronación de la Santísima Virgen
como reina de cielo y tierra.
"Apareció en el cielo una señal grandiosa: una mujer, vestida del sol, con la
luna bajo los pies y en su cabeza una corona de doce estrellas" (Ap 12,1).
El Vaticano II afirma: "La Virgen inmaculada... fue asunta a la gloria celestial
y enaltecida por el Señor como reina del universo, para que se asemejara más
plenamente a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte".
Es hermoso para Jesús contemplar la belleza y la gloria de su madre. Pero es
extasiante también para nosotros contemplar la belleza y la gloria de María
reina de cielo y tierra, y saber que es también nuestra madre celestial.
En la narración de la primera aparición de la Madre de Dios a Juan Diego (9 de
diciembre de 1531) Leemos lo siguiente: "Al llegar Juan Diego junto al cerrillo
llamado Tepeyac amanecía, y oyó cantar arriba del cerrillo: semejaba canto de
varios pájaros preciosos, y parecía que el monte respondía... Estaba viendo
hacia el oriente, arriba del cerrillo, y así que cesó repentinamente y se hizo
el silencio, oyó que le llamaban y le decían: "Juanito, Juan Dieguito..." Cuando
llegó a la cumbre, vio a una señora que estaba allí de pie y que le dijo que se
acercara. Su vestidura era radiante como el sol; el risco en que posaba su
planta flechado por los resplandores, semejaba una ajorca de piedras preciosas,
y relumbraba la tierra como el arco iris. Los mezquites, nopales y otras
diferentes hierbecillas parecían de esmeralda" (1a. aparición)
La armonía, la luz y la belleza de la creación anunciaban y celebraban la
presencia de la Reina, la Madre del verdadero Dios.
La Santísima Virgen María, reina del cielo y de la tierra, consiga con su
intercesión que también para nuestros hermanos de Asia llegue el Reino de Dios y
que todos ellos formen un día con nosotros el pueblo de la nueva y eterna
alianza, sellada por nuestro redentor en la sangre del Cordero, Cristo nuestro
redentor.
Letanía
Señor, ten
piedad...
Cristo, ten piedad...
Señor, ten piedad...
Santa María de Guadalupe, mamá de nuestras naciones Ruega por nosotros
Mamá que nos vienes a revelar y a entregar al único Dios y Señor Ruega por
nosotros
Mamá del Verdaderísimo Dios por Quien se vive Ruega por nosotros
Mamá de Quien está siempre cercano a todos Ruega por nosotros
Mamá del Creador de rostros y corazones Ruega por nosotros
Mamá del Dueño de los cielos y la Tierra Ruega por nosotros
Mamá que vienes a manifestar el Plan de Dios para que se haga Ruega por nosotros
Mamá de ternura inigualable para cada una de las gentes Ruega por nosotros
Mamá de trato tan cariñoso que cautivas a las personas Ruega por nosotros
Mamá de mirada compasiva y misericordiosa Ruega por nosotros
Mamá que respondes sin descanso a las llamadas Ruega por nosotros
Mamá que recibes a quienes te buscamos Ruega por nosotros
Mamá que despiertas infinita confianza Ruega por nosotros
Mamá que levantas al indígena de su postración Ruega por nosotros
Mamá que enseñas al jerarca a servir al Pueblo de Dios Ruega por nosotros
Mamá que engendras vida nueva en los Pueblos de Abya-Yala Ruega por nosotros
Tú, la perfecta y siempre Virgen, Santa María Enséñanos a amar
Tú, la que nos quieres a todos y a cada uno Enséñanos a amar
Tú, que nos das tu defensa y auxilio, amor y compasión Enséñanos a amar
Tú, que escuchas nuestros llantos y remedias las tristezas Enséñanos a amar
Tú, que curas nuestras penas, miserias y dolores Enséñanos a amar
Tú, que nos envías a vivir el amor a Dios y a nuestra gente Enséñanos a amar
Tú, que depositas en nosotros tu confianza Enséñanos a amar
Tú, que agradeces a tus fieles lo que hacemos por Ti Enséñanos a amar
Tú, que pides pongamos nuestra parte para hacer nuestra misión Enséñanos a amar
Oremos
Te pedimos Señor, que nosotros, tus siervos, gocemos siempre de salud de alma y
cuerpo; y por intercesión de Santa María de Guadalupe líbranos de las tristezas
de este mundo y concédenos las alegrías del cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.
Oración
Señor, Tú has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los
hombres, a fin de que la obra redentora de Cristo persevere hasta el final de
los tiempos; mueve ahora los corazones de tus fieles y concédenos la gracia de
sentir que nos llamas con urgencia a trabajar por la salvación del mundo, para
que, de todas las naciones, se forme y desarrolle un solo pueblo, una sola
familia, consagrada a tu nombre. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
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