ORACIÓN PARA ACEPTAR AMOROSAMENTE  NUESTRA CRUZ  

  ¡Yo te saludo, oh cruz preciosa, yo te saludo Oh tribulación feliz! ¡oh aflicción santa, que amable eres, puesto que saliste del seno amable de este Padre de eterna misericordia quien desde la eternidad te amó, quiso y destinó para mí! ¡Oh Cruz! mi corazón te quiere, porque el de mi Dios te ha querido. ¡Oh Cruz! mi alma te ama y te abraza con toda su dilección.  Amén. (San Francisco de Sales).

 Un día, pero ya tarde, nuestros sufrimientos actuales, que nos parecen tan grandes, nos parecerán poca cosa.  Procuremos soportarlos con amor, paz y constancia para que no perdamos su mérito.

 Un día que San Francisco de Asís sucumbía bajo el peso del dolor, se le oyó exclamar: «¡Oh, Dios mío! ¡echad una mirada sobre vuestro pobre siervo, dignaos venir en mi auxilio, y concededme la gracia de soportar con paciencia, todas estas enfermedades!» Una voz le respondió: «Francisco, ¿se puede comprar demasiado cara una joya que permite el adquirir un reino sin precio? Pues esta joya son los padecimientos enviados por Dios; sabe que vale más que todos los tesoros de la tierra, y que no se debe cambiar por el mundo entero, aunque todas las montañas se cambiasen en oro puro, todas las piedras en diamantes y todas las aguas en bálsamos.»

La Beata Margarita María escribía a un Santo religioso de la Compañía de Jesús: Nada es capaz de agradarme aquí  abajo, sino la Cruz de mi divino Maestro; pero una Cruz toda semejante a la suya, una Cruz pesada, ignominiosa, sin alivio ni consuelo.  Que otros pongan su satisfacción y dicha en subir el monte Tabor; cuanto a mí, no quiero otro camino que la privación de todo placer y alivio. ¡Oh! ¡qué dicha la de poder sufrir siempre en silencio, y morir por fin sobre la Cruz en medio de todas las tribulaciones de alma y cuerpo!

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