SERIE LAMENTI DIVINI
Parole di Gesú a suoi sacerdorti
Traducción: María Dolores Briceño
Saber negarse a sí mismo - Dios es Justo
Quinta Parte
LAMENTOS DIVINOS
IX
SABER NEGARSE A SÍ MISMO
Para venir a la tierra a rescatar al hombre he escogido a dos
Vírgenes:
- María para traerme al mundo y
- José para custodiarme.
Las almas castas forman mi delicia. Aún sin condenar a la generación, amo con gran predilección a las almas vírgenes. No todos comprenden cuan sublime sea la virginidad; ¡Mí Padre Celestial da esta luz a ciertas almas y bienaventuradas ellas que corresponden a los planes divinos!
En el mundo, que está tan enfangado, tengo armadas de vírgenes, hombres y mujeres. Tengo también de aquellos que, aún estando vinculados por el matrimonio, viven angélicamente, casi como si no tuvieran cuerpo. ¡Cuánta alegría me dan aquellos y cuantas bendiciones atraen a la Humanidad!
¿Mis sacerdotes no deberían ser los primeros en la armada de las vírgenes?
¿Es posible que simples fieles me den con más generosidad lo que mis ministros me dan con tanta avaricia?
¿Cómo puedo enorgullecerme de ellos, que deberían ser la pupila de mis ojos?
Existen consagrados
que pretenden vivir la vida
ordinaria del hombre.
¿Pero tenían estos sentimientos cuando cultivaban la vida interior, se
alimentaban con Fe de mi Carne, custodiaban sus sentidos y vigilaban para huir
de las ocasiones peligrosas?... Entonces era fácil y consolador la vida de una
pureza perfecta;
mi Gracia
los sostenía.
Ahora en cambio dicen:
"¡El yugo es demasiado pesado!... ¡es insostenible!...
¡la incontinencia perfecta es imposible!..."
¿Por qué no oráis más,
en vez de daros a los pasatiempos?
¿Por qué no regresáis al espíritu de mortificación?
¿Por qué no quitáis la leña al fuego de las pasiones, en vez de agregar otra?
Las
demasiadas comodidades han
enervado vuestro espíritu,
os han debilitado demasiado,
tal vez os han hecho caer y ahora estáis en el fango.
¡Sacerdotes del Altísimo Dios, habéis olvidado mi Doctrina! ¡Y lo
mismo vosotros, maestros de Israel!...
¿Qué he enseñado al mundo y qué habéis predicado a los demás?...
"El Reino de los Cielos necesita violencia y solo los violentos toman posesión...
Quien quiere venir detrás de Mí, que reniegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga".
Esto vale para todos, también para el último de mis discípulos. ¿Y los pastores de mis ovejas no deben dar a todos, siempre y donde sea, el ejemplo de la renuncia?... Existen sacerdotes que no creen en mi Palabra. ¡Estos no son dignos del Sacerdocio divino!
El consagrado carnal no acepta mi enseñanza. ¡Qué equivocación! No
pocos sacerdotes, con los cuales contaba, se han convertido primero en groseros,
luego en indiferentes, aburridos y finalmente... en piedra para tropezarse.
Tienen el corazón endurecido, son insensibles y no se rinden a las dulces
llamadas de un Dios Omnipotente.
Yo, Maestro divino, para algunos sacerdotes míos
valgo menos que el fango de la
tierra: ¡prefieren las
falsas alegrías del mundo a mis consuelos; prefieren lo que puede llevarlos al
Infierno a lo que puede introducirlos en el Paraíso! ¡Pobres almas! ¿Dónde está
la utilidad de mi Sangre
para vosotros? En esta hora fatal (y es inútil eludirse)
se necesita una generosidad plena
en mis ministros, negación
del propio yo,
penitencia
amorosamente abrazada para la Gloria de Dios.
Sacerdotes, que os rebeláis a mi enseñanza sobre la necesidad de
negarse a sí mismos,
¡contempladme en la Cruz!
Yo, vuestro Redentor y Maestro, he mortificado toda mi vida, desde el nacimiento
en la gruta al martirio en el Gólgota. Y vosotros... ¿no sabéis privaros de
satisfacciones ilícitas, (¡y siempre son ilícitas!...) para demostrarme vuestro
amor? Por el contrario vosotros buscáis en todo las comodidades de vuestro
placer; tenéis horror a la
austeridad de la vida.
Al Paraíso no se llega gozando del mundo y creyendo en sus
enseñanzas, sino
renunciando a todo lo que el mundo aprueba.
Es imposible servir a dos patrones que son enemigos entre ellos. Si no queréis
saber de mortificación en esta tierra,
la sufriréis mucho más
trágicamente con la purificación que deberéis sufrir en el Purgatorio... ¡si os
libráis del fuego del Infierno!
Si actualmente sufren en el Purgatorio
almas que en la tierra se las
tenía como santas,
¡imaginad cuáles penas
serán reservadas a los sacerdotes por haber buscado, amado y gozado por completo
satisfaciendo los sentidos!
La tierra es un lugar de prueba, como lo fue para Adán y Eva.
La tierra es un exilio,
un albergue,
donde el viajero se detiene de paso, pero siempre pensando en el camino que todavía le queda por hacer para llegar a la meta.
Quien camina demasiado apegado a la tierra no puede llamarse verdadero cristiano y mucho menos mi ministro.
Este es el distintivo del hombre que pasa:
la negación de sí mismo.
X
DIOS ES JUSTO
La violación
del sexto mandamiento es
un gran mal y no deja de ser tal aunque todo sucede en el máximo secreto. Pero
si la incontinencia se desboca y se llega al escándalo,
el mal alcanza proporciones
increíbles.
"Ay de quien da escándalo", dije un día a lo largo de los caminos
de Palestina.
Y ¿qué debería decirle a aquel consagrado que, olvidado de su excelsa dignidad, violando el sexto mandamiento me arranca las almas sin número?
Dios de infinita Justicia, ¿cómo debería tratar, en el día del
Juicio, al consagrado que
ha dado escándalo y ha
llegado a Mí sin arrepentirse? ¡Inexorablemente lo alejaría de Mí y lo enviaría
al fuego eterno!
"¿Infierno? ¿Fuego eterno? Pero pienso que no existen, o por lo
menos dudo y espero que no existan". Así piensa entre sí el incontinente y se
consuela con este pensamiento para poder pecar aún con mayor tranquilidad.
Y tú, Sacerdote, que has estudiado las Escrituras,
¿pones en duda también la
existencia del Infierno?
¿O hasta lo niegas? Si piensas esto te engañas a ti mismo y lo haces para
atenuar el remordimiento y ser más libre de hacer el mal. Pero aunque niegas o
pones en duda al Infierno...
el Infierno existe de todas
formas.
Son las pasiones desenfrenadas que te quitan la luz; es Satanás que
te venda los ojos de la mente. Si se te concediera la oportunidad de ver solo
por pocos instantes la suerte de los consagrados infieles caídos en el lugar de
los tormentos, te
quedarías aterrado.
El 30 de noviembre de 1968 mostré el Infierno a un alma
privilegiada que sufre y ora para salvar a muchas almas.
Escuchad, sacerdotes que habéis
caído o que os encontráis en peligro, la triste narración.
"Las almas tenían una fisonomía humana para poder ser reconocidas.
Los demonios estaban feroces contra mí, porque en aquel tiempo había cooperado a
la salvación de muchas almas y me gritaban:
Por culpa tuya, ¡oh maldita, hay
tantos puestos vacíos en este abismo!
Los sacerdotes que estaban allí
sufrían penas horribles.
Eran torturados sobre maderos encendidos, puestos en forma de cruz, para ser
castigados por todas las veces que habían puesto en la Cruz al Señor con sus
pecados. Su lengua y sus manos impuras y sacrílegas sufrían tremendas torturas.
Eran continuamente arrastrados aquí y allá no sólo por los demonios, sino
también por los condenados, que les gritaban sus infidelidades, la traición que
le fue hecha al Señor para apagar los placeres de la vida. Eran lacerados y
continuamente atacados.
Estos sacerdotes maldecían la vida del mundo, todas las atracciones humanas,
todos los placeres gozados pisoteando el voto de castidad y viviendo alejados de
Dios.
Estaban sumergidos en una grande y tremenda oscuridad: sólo las
llamas del fuego les daba un poco de luz. Gritaban por la desesperación,
mientras los demonios se divertían atormentándolos y riéndose decían: Habíais
sido escogidos para dominar sobre nosotros, puros espíritus; vuestra dignidad
superaba la de las legiones angélicas;
¡podíais arrancarnos muchas almas
y en cambio habéis terminado aquí junto a nosotros!
¡Os hemos vencido! Y mientras más será vuestra confusión en el día del Juicio,
más apareceréis como muchos Judas!... Esta es vuestra gloria ante los que
pasabais como corderos, ¡mientras erais verdaderos lobos rapaces! Existen otros
en el mundo que siguen vuestras huellas; ¡tendréis otros compañeros!...
Habéis sido vencidos; no esperabais el infierno... y habéis caído aquí.
El rico Epulón no creía en el Infierno, pero también él terminó aquí."
SERIE LAMENTI DIVINI
Primera Parte: Introducción - Escuchad
Segunda Parte: Abrid los ojos - Preaviso
Tercera Parte: Prisionero... Solitario - El Crucifijo ¿devoción pasada?
Cuarta Parte: La Virgen Madre - Habla San José - Reina de los Ángeles
Quinta Parte: Saber negarse a sí mismo - Dios es Justo (usted está aquí)
Sexta Parte: La mano a quien ha caído - La comodidad es superficial
Séptima Parte: Busco almas - Verdadera Vida
Octava Parte: Cristo Rey - Yo olvidaré - Por los sacerdotes difuntos
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