DIOS PADRE 

  LAMENTACIONES DE JEREMÍAS CAPÍTULO 4 Y 5


    

 

 

 

 Habla Dios Padre
Durante la oración de la coronilla de la Divina Misericordia.

Hijo quiero que te tomes mucha paciencia y leas atentamente esta Mi Palabra:
Lamentaciones de Jeremías, capítulos 4 y 5

Lamentaciones 4
Cuarta lamentación
(1)Alef.

¡Cómo se ha oscurecido el oro!
¡Cómo el oro fino perdió su valor!
Dispersas están las piedras del Santuario
en las esquinas de todas las calles.


Dios Padre: Amado pueblo Mío, Amada Esposa Mía, Amada Iglesia. ¿Como has perdido la fe en Mi? ¿Por que has callado Mi Verdad? Por respetos mundanos, te has vendido, y ya Mis Hijos Predilectos, no proclaman Mi Verdad!

Son muy pocos, muy pocos, Mis fieles hijos, que proclaman Mi Palabra. Dedican sus homilías a conformar al pueblo, y no son firmes en la FE. Se han inclinado a la tibieza. Han confundido al Mi Pueblo.

(2)Bet.
Los nobles hijos de Sión,
estimados como oro puro,
¡cómo son tenidos por vasos de barro,
obra de manos de alfarero!

Dios Padre: Estos Mis hijos fieles de antes, Me han vuelto la espalda. Y se han vuelto mundanos. Pero no estoy hablando solamente de los sacerdotes. ¿Quienes de mis hijos, los laicos, me llevan en su boca, en sus labios? ¿Quienes ME Hacen Vida en sus vidas?

(3) Guímel.
Aun los chacales dan la teta
y amamantan a sus cachorros;
la hija de mi pueblo se muestra cruel
como los avestruces del desierto.

(4) Dálet.
La lengua del niño de pecho,
de sed se pega al paladar;
los pequeñuelos piden pan,
y no hay quien se lo reparta.

Dios Padre: ¿Por que Hija mía te has vuelto contra mi? ¿Por que atacas al Vicario de Mi Hijo? ¿Por que has abandonado a Mi Pueblo, dejan a la merced de satanás a Mi Pueblo?

Así llegará el día de la abominación, en que llegue este enemigo Mío, y los envuelva con su lujuria insidiosa y engañosa; y corrompa la mente y los corazones de los que Yo Yahvé, le confié a Mi Iglesia como sus ovejas.

(Hijos lean Isaías 34, 14 y Job 39, 14-16)

(5)He.
Los que comían manjares delicados,
perecen por las calles;
abrazan el estiércol
los que se criaron entre púrpura.

Dios Padre: ¿Se dan cuenta, hijos amados, hasta dónde ha llegado la afrenta que me hacen?
Han despreciado Mi Palabra, Los Sacramentos que Mi Hijo Amado les Ha legado. Han olvidado por completo a Su Creador y a Su Hijo Amado. Y no satisfechos con eso han despreciado además al Espíritu de Santidad y de Amor, que gracias a Mi Hijo, Yo les regalé.


(6)Vav.
La maldad de la hija de mi pueblo
es mayor que el pecado de Sodoma,
que fue destruida en un momento,
sin que nadie pusiera en ella la mano.


(7)Zain.
Brillaban sus príncipes más que la nieve,
eran más blancos que la leche,
y sus cuerpos más rojos que el coral;
un zafiro era su talle.

Dios Padre: Hijitos (Siento Al Padre muy entristecido), Mi Corazón sufre, por tanta afrenta; por tanta burla, por tanto asesinato, que, con el aborto habéis hecho a Mi Corazón.
Pero si Yo, que Soy Su Padre, no soy Justo, no estaría actuando según Mis Propios Preceptos y Mandatos.

Si no envío Mi Justicia, entonces, quién se podrá Salvar?, más por Mis Elegidos, esos días serán acortados.(Mt 24,22) Y Os digo: TODO SE DESENCADENARÁ MUY PRONTAMENTE. Sólo os he estado deteniendo Mi Justa Ira, por los ruegos constantes de Mi Hijo Amadísimo y de Mi Hija, la Santísima Virgen María.

Así que Alegraos, Mis Primicias! ¡PORQUE EL REINO DE MI HIJO YA VIENE!

(8)Het.
Ahora su aspecto es más oscuro
que la misma oscuridad;
no se los reconoce en las calles;
su piel se les pega a los huesos,
seca como un palo.


(9)Tet.
Más dichosos son los traspasados por la espada
que los muertos de hambre,
que mueren extenuados
por falta de los frutos del campo.

Dios Padre: Hijitos amados, Mi Pueblo Fiel, os anuncio que serán perseguidos, acorralados, torturados, PERO PERMANECED FIELES A MI Y A MI HIJO AMADO. Pedidme fidelidad Y YO OS LA DARÉ.

A estos Mis mártires de los últimos tiempos, y a los que entreguen su vida por Mi, LA GANARAN EN LA ETERNIDAD A MI LADO.

Y los que permaneciereis fieles a Mi y a Mi Palabra, en un martirio incruento, OS PROMETO LOS CIELOS NUEVOS Y LAS TIERRAS NUEVAS

(10)Yod.
Las manos de las mujeres, de suyo, compasivas,
cuecen a sus propios hijos;
les sirven de comida
entre las ruinas de la hija de mi pueblo.


(11)Caf.
Yahvé ha apurado su furor,
derramando su ardiente ira;
encendió en Sión un fuego
que ha devorado sus fundamentos.


(12)Lamed.
No creían los reyes de la tierra,
ni cuantos habitan el orbe,
que el adversario, el enemigo,
entraría por las puertas de Jerusalén.


(13)Mem.
(Entraron en ella)
a causa de los pecados de sus profetas,
y de las culpas de sus sacerdotes,
que en medio de ella
derramaron la sangre de los justos.


(14)Num.
Erraban por las calles,
como ciegos manchados de sangre,
y no se podía tocar sus vestidos.


(15)Samec.
¡Apartaos! ¡Un inmundo!,
les gritaban.
¡Apartaos, apartaos! ¡No toquéis!
Cuando huyendo vagaron errantes,
los paganos decían:
“No han de demorar (entre nosotros).”


(16)Ayin.
El rostro de Yahvé
los ha dispersado,
no volverá a mirarlos,
pues no respetaban a los sacerdotes,
y nadie se compadecía de los ancianos.


(17)Pe.
Nuestros ojos desfallecían
esperando en vano nuestro socorro;
desde nuestra atalaya
buscábamos con nuestras miradas
un pueblo que no pudo salvar.


(18)Sade.
Espiaban nuestros pasos,
impidiéndonos pasar por nuestras plazas.
Se acercó nuestro fin,
se cumplieron nuestros días;
porque nuestro fin ha llegado.


(19)Cof.
Más veloces que las águilas del cielo,
eran nuestros perseguidores;
nos perseguían por los montes,
nos armaban emboscadas en el desierto.


(20)Resch.
El espíritu de nuestro rostro,
el ungido de Yahvé,
fue tornado preso en los hoyos de ellos;
y nosotros decíamos que bajo su sombra
viviríamos entre las naciones.


(21)Schin.
Aunque prorrumpes en júbilo
y te gozas, hija de Edom,
que habitas en la tierra de Us;
también a ti llegará el cáliz,
y embriagada te desnudarás.


(22)Tau.
Hija de Sión,
tiene su término tu iniquidad;
Él no volverá a llevarte al cautiverio;
pero castigará tu iniquidad,
oh hija de Edom,
pondrá al descubierto tus pecados.


Dios Padre: Os prometo, que mientras la gran tribulación, quien rezare esta oración, se verá protegido inmediatamente, por Mi Providencia.

No temáis, hijos Míos. NO TEMÁIS!

YA LLEGA VUESTRA LIBERACIÓN

Lamentaciones 5
Oración del profeta Jeremías
1 Acuérdate, Yahvé, de lo que nos ha sobrevenido,
mira y considera nuestro oprobio.
2 Nuestra herencia ha pasado a manos de extranjeros,
y nuestras casas en poder de extraños.
3 Hemos quedado huérfanos, sin padre y nuestras madres son como viudas.
4 A precio de plata tenemos que beber nuestra agua, y por dinero compramos nuestra leña.
5 Somos perseguidos llevando (el yugo) sobre nuestro cuello; estamos fatigados, y no hay para nosotros descanso.
6 Tendimos la mano a Egipto y a Asiria, para saciarnos de pan.
7 Pecaron nuestros padres que ya no existen, y nosotros llevamos sus culpas.
8 Nos dominan esclavos; y no hay quien (nos) libre de su mano.
9 Con peligro de nuestra vida tratamos de conseguir nuestro pan, temiendo la espada del desierto.
10 Nuestra piel se abrasa como un horno, a causa del ardor del hambre.
11 Deshonraron a las mujeres en Sión, a las vírgenes en las ciudades de Judá.
12 Los príncipes fueron colgados de las manos y despreciados los rostros de los ancianos.
13 Los mancebos llevan el molino, y los niños caen bajo la carga de leña.
14 Faltan los ancianos en la puerta, y los jóvenes han dejado de cantar.
15 Cesó el gozo de nuestro corazón; se han tornado en duelo nuestras danzas.
16 Cayó de nuestra cabeza la diadema; ¡ay de nosotros, que hemos pecado!
17 Por eso está enfermo nuestro corazón, y se han oscurecido nuestros ojos:
18 porque el monte Sión está desolado, y por él se pasean las raposas.
19 Mas Tú, oh Yahvé, permaneces eternamente, tu trono (subsiste) de generación en generación.
20 ¿Cómo podrías olvidarte de nosotros para siempre, abandonarnos por largo tiempo?
21 ¡Conviértenos a Ti, Yahvé, y nos convertiremos! ¡Renueva nuestros días, para que sean como antes!
21 ¿O nos has rechazado por completo? ¿Te has airado contra nosotros hasta el extremo?

 

 

 

Os bendigo enormemente! En Mi Nombre, en el Nombre de Mi Hijo Jesús, y en el Nombre de Mi Espíritu Santificador.

Su Padre, Quien os ama Inconmensurablemente.
¡Ave María Purísima, sin pecado concebida!
 

 



Notas:
 1. Jeremías habla de las paredes y piedras del Templo, antes cubiertas de oro, pero ahora ahumadas y renegridas por el incendio. Todo esto es una imagen del pueblo decaído, otrora tan floreciente.


 3. Los chacales. Véase Isaías 34, 14. Sobre el avestruz que abandona sus huevos, véase Job 39, 14 ss.


4. Este concepto expresado aquí en sentido material, se halla manifestado con gran elocuencia en la profecía de Amós (8, 11) con relación a los tiempos del fin, en los cuales habrá hambre y sed de oír la Palabra de Dios y no se conseguirá. En el mismo sentido cita este pasaje el Papa Benedicto XV en la Encíclica “Spiritus Paraclitus”, donde dice a los predicadores: “¿Cómo podría nuestra alma prescindir de ese alimento? ¿Y cómo es posible que el sacerdote señale a los demás el camino de la salvación si él mismo descuida instruirse por la meditación de la Escritura? ¿Y con qué derecho podría jactarse de ser en el ministerio sagrado el guía de los ciegos, la luz de aquellos que andan en tinieblas, el doctor de los ignorantes, el maestro de los niños que halla en la Ley la regla de la ciencia y de la verdad (Romanos 2, 19) si se niega a escudriñar esta ciencia de la Ley y cierra la entrada de su alma a la luz de lo alto?


¡Ah cuántos ministros sagrados, por haber descuidado la lectura de la Biblia, perecen ellos mismos de hambre y dejan perecer un grandísimo número de almas!” Cf. Eclesiástico 51, 32; Amós 8, 11.


7. Sus príncipes: Vulgata: sus nazareos, los que por un tiempo o para toda la vida se habían consagrado a Dios.


13. Insiste una vez más en el concepto de que la mala levadura fue culpable de la putrefacción de la masa (I Corintios 5, 6; Gálatas 5, 9), es decir, que la defección del pueblo, que produjo la caída de Jerusalén, fue obra de sus conductores espirituales. Lo mismo había de pasar en los días del Evangelio, en el cual se distingue entre el pueblo, que en grandes masas estaba con Jesús, y la Sinagoga farisaica y envidiosa que tramó su muerte a espaldas del pueblo.

 

17. Alusión a la alianza con Egipto. Véase 1, 19; Jeremías 37, 5 ss.


19 s. En el desierto: Allí fue preso el rey Sedecías (Jeremías 39, 5; 52, 8), a quien se llama el ungido del Señor, a causa del carácter teocrático del reino de Israel.

21. Los edomitas, enemigos hereditarios de Israel (Jeremías 49, 7 y nota). Su alegría será de corto tiempo, porque llegará a ellos el cáliz, esto es, la ira del Señor. Cf. Salmo 136, 7 y nota.


22. No volverá a llevarte. En efecto, en la última dispersión de Israel, que dura todavía, no fue llevada en cautiverio la nación como tal, sino que se dispersó el pueblo, siendo muchos vendidos como esclavos. Fillion interpreta esto en sentido mesiánico, citando a Jeremías 30, 3; 31, 37.


1. El título “Oración del profeta Jeremías”, que comúnmente se da a este capítulo, falta en el texto, mas no hay duda de que el gran profeta es autor de esta fervorosa plegaria. Comienza describiendo vivamente el estado lamentable de su pueblo que sufre el cautiverio.


7. Pecaron nuestros padres: “No somos nosotros inocentes (v. 16); pero más culpables son nuestros padres: fueron ellos los autores de los desórdenes del día, y murieron sin experimentar estos males” (Páramo). Véase sobre este punto Éxodo 20, 5 y nota.


8. No se refiere a una subversión social como la del comunismo, en que el siervo llegue a mandar a su amo, sino que habla, en sentido político, de esa sujeción en que había caído Israel bajo un pueblo que la nación escogida miraba como inferior. Aquí se ve cuan falsa es la presunción de los fariseos en Juan 8, 33. Cf. Esdras 9, 9; Baruc 2, 5.


9. La espada del desierto: las invasiones de los nómadas del desierto.


13. Los mancebos llevan el molino: Se trata de las dos piedras de que se componía el molino casero. La Vulgata vierte: abusaron de las jóvenes deshonestamente.

 

16. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado! Si el orgullo es el primero de nuestros vicios y el principio de nuestras desgracias, no hay duda de que sólo puede curarse por medio de la humildad. Ahora bien, el acto más humillante es para el hombre la confesión de los pecados, el franco reconocimiento de que él es nada y que sus obras son malas. Tal actitud desarma a Dios, como dice Tertuliano, y la misericordia ocupa el puesto de la maldición.


19. Esta esperanza mesiánica en Aquél cuyo reino no tendrá fin es el consuelo de Israel en todas sus grandes pruebas. Cf. Salmo 9, 8; 71, 7 s.; 101, 13 y 27.


21. Es una gran lección de doctrina este reconocimiento de nuestra incapacidad para convertirnos a Dios, si Él no nos convierte, es decir, si Él no nos da la gracia de la conversión. Igual concepto expresa Jeremías con respecto a la salvación final de Israel. Véase Jeremías 30, 13 y nota.


 

 

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