ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Oh María, sin pecado concebida,
vedme postrado a vuestras plantas, lleno de confianza. Ese vuestro rostro purísimo,
esa amable sonrisa de vuestros labios, esas manos cargadas de celestiales
bendiciones, esa actitud amorosa que habéis adoptado para recibir a los que
vienen a Vos, esos ojos fijos en la tierra para observar nuestras necesidades y
venir en nuestro auxilio, todo, todo me inspira amor, confianza y completa
seguridad. Y como si esto fuera poco para alejar de nosotros toda duda habéis
empeñado solemnemente vuestra palabra en favor de los que lleven la Santa
Medalla, diciendo a vuestra sierva, Sor Catalina Labouré: "Cuantos
llevaren esta Medalla, alcanzarán especial protección de la Madre de
Dios."
Madre mía amantísima: Vos sabéis
que la llevo sobre mi pecho, que la beso con amor y que os invoco con
frecuencia. Realizad, pues, en mí vuestras promesas; venid en mi auxilio,
cubridme con vuestra protección, para que Jesús se apiade de mi pobre alma y
merezca conseguir por vuestro medio la gracia, que pretendo con este triduo a
vuestra Santa Medalla.
Oh María, sin
pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a Vos.
.
Entre los recuerdos que la Santísima
Virgen ha querido dejarnos en la Medalla Milagrosa, uno de los más singulares
es el de su dulcísimo nombre, consignado en la jaculatoria que rodea su sagrada
imagen.
Nombre excelso, nombre grande, nombre
ilustre y singular, que encierra en sí todas las virtudes con que Dios adornó
a María, nombre que calma las aspiraci
ones de toda la tierra, nombre que
anuncia la felicidad a los mortales, nombre que
pronuncian con entusiasmo los
Angeles, que regocija a la corte celestial; nombre de quien podemos decir con
San Bernardo que no es un nombre vacío de significación, como el de los héroes
del mundo, sino que encierra en sí la más positiva grandeza. Nombre dulcísimo,
que suaviza los males del hombre y es el apoyo más sólido de sus esperanzas,
la prenda mas segura de su porvenir.
¡Oh María! Cuál
seréis Vos misma, si solo vuestro nombre es tan amable y tan gracioso? ¡Oh
Santísima Virgen María!, exclama San Bernardo, vuestro nombre es tan dulce y
amable, que no puede pronunciarse sin que deje inflamado de amor y favorecido al
que lo nombra. Nombre augusto de María, tu serás para mi alma la escala
bendita que la conducirá al reino de los Cielos.
Aquí expondrá cada uno a la Virgen
la gracia que desee conseguir en este Triduo, rezando después tres Avemarías
precedidas de la jaculatoria: ¡Oh María, sin pecado concebida; rogad por
nosotros que recurrimos a Vos!
ORACIÓN DE SAN ATANASIO
Acoge, oh Santísima Virgen, nuestras
súplicas y acuérdate de nosotros. Dispénsanos los dones de tus riquezas. El
Arcángel te saluda llena de gracia. Todas las naciones te llaman
bienaventurada, todas las jerarquías del Cielo te bendicen, y nosotros, que
pertenecemos a la jerarquía terrestre, decimos también: Dios te salve, oh
llena de gracia, el Señor es contigo, ruega por nosotros, oh Madre de Dios,
nuestra Señora y nuestra Reina. Amén.
Después del nombre de María,
aparece en la Medalla Milagrosa el misterio de su purísima Concepción, el más
glorioso privilegio de cuantos le concedió la Augustísima Trinidad.
Esta Medalla nos recuerda
constantemente sus triunfos sobre la infernal serpiente, hollando con el mayor
denuedo la orgullosa cabeza de Lucifer y rompiendo las duras cadenas con que
estaban aprisionados los hijos de Adán.
Por lo mismo, la Medalla Milagrosa,
al confesar el misterio de la Concepción Inmaculada de María, nos predica que
la Santísima Virgen es la corredentora del universo, la tesorera de los dones
del Altísimo, la fiadora entre Dios y los hombres, la que realizó del modo más
singular la paz y reconciliación del género humano.
Ya no podemos extrañar que la Santísima
Virgen al ser invocada con una oración que tan alto predica sus grandezas, haya
querido vincular en ella toda suerte de
favores. Recordemos, una vez mas, sus
palabras: "Cuantos piadosamente llevaren esta Medalla y devotamente rezaren
esta oración: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que
recurrimos a Vos!, alcanzarán particular protección de la Madre de Dios.
Repitamos, pues, sin cesar, esa hermosa jaculatoria. Sea ella el suave y
delicioso alimento de nuestras almas. Resuene en todos nuestros peligros, en
nuestras angustias, en nuestras alegrías, y sobre todo en la hora de nuestra
muerte: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros, que recurrimos a
Vos!. Así sea.
Petición, como el día primero
ORACIÓN DE SAN ANDRÉS
¡Oh María!,
si pongo mi confianza en Ti, seré salvo; si me hallare bajo tu protección,
nada he de temer, porque ser tu devoto es tener armas seguras de salvación, que
Dios concede a los que quiere salvar.
¡Oh Madre de
misericordia!, intercede por nosotros y en la hora de nuestra muerte recíbenos
en tus brazos y presenta nuestras almas a tu divino hijo, Jesús, y esto será
bastante para que El nos mire con amor y nos reciba en su reino. Amén.
La Medalla Milagrosa, al confesar el
misterio de la Concepción Inmaculada de María, garantiza a la vez el auxilio
divino a cuantos la llevan puesta. La Santísima Virgen, dice San Bernardino, es
muy cortés y agradecida, tanto que no le permite su corazón que el hombre la
salude sin devolver el saludo de una manera inefable.
Esta súplica: "Rogad por
nosotros, que recurrimos a Vos" ha venido a ser fuente sagrada de vida, de
gracia y de santidad; remedio de todas las enfermedades, consuelo de los
afligidos y dulce esperanza de los pecadores.
Acudamos, pues, a María, en todas
nuestras necesidades de alma y de cuerpo. Invoquémosla y digamos con
frecuencia: "¡Oh María, sin pecado concebida, rogad
por nosotros, que
recurrimos a Vos!", y esta oración tan grata a la madre de Dios, será
suficiente para aliviarnos y socorrernos. Si la enfermedad viene a visitarnos,
ella nos curará, si la salud nos conviene, y de no convenimos nos concederá la
gracia de soportar el dolor con cristiana resignación. Si el desaliento quiere
apoderarse de nosotros y la tristeza sumergirnos en un mar de desolación,
repitamos la jaculatoria de la Medalla, y la Virgen nos consolará, porque es
Madre de los afligidos, alivio de nuestros males y eficaz remedio para todos los
sufrimientos del humano corazón. Con el apoyo de María viviremos confiados
lejos de la culpa y nuestra muerte será preciosa a los ojos del Señor. Así
sea.
Petición, como el día primero.
ORACIÓN DE SAN GERMÁN
¡Oh mi única
señora y único consuelo de mi corazón! Ya que eres el celestial rocío que
refrigera mis penas; Tú que eres la luz de mi alma cuando se halla rodeada de
tinieblas; Tú que eres mi fortaleza en las debilidades, mi tesoro en la pobreza
y la esperanza de mi salud, oye mis humildes ruegos y compadécete de mí, como
corresponde a la Madre de un Dios, que ama tanto a los hombres. Concédeme la
gracia de gozar contigo en el Cielo, de vivir contigo en el Paraíso. Yo sé que
siendo Tú la Madre de Dios, si quieres, puedes alcanzarme esta gracia; así lo
espero de tu misericordia. Amén.
Virgen de los Rayos página 4
Página Anterior (Índice: Oraciones Virgen María)
Página siguiente (Virgen de los Rayos Juan Pablo II)
Páginas principales
Índice General y páginas misceláneas
Meditemos con Jesús (importante)
Reflexiones y mensajes de María
Mensajes: El Libro de la Verdad
Mensajes de San Miguel Arcángel
Videos de música religiosa (popular)
Rosarios, Coronas y Coronillas
Esta página pertenece al sitio "Oraciones y Devociones Católicas"
Visite siempre la Portada del sitio, siempre hay algo nuevo ahí.