ORACIÓN A LA SANGRE PRECIOSÍSIMA DE VIDA ETERNA

Indulgencias: 300 días

 

 

 

  ¡Oh Sangre preciosísima de vida eterna, precio y rescate de todo el universo  bebida y purificación de nuestras almas, que defiendes continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia! Os adoro profundamente, y quisiera desagraviaros, hasta donde me sea posible, de las injurias y ultrajes que recibís continuamente de las criaturas humanas; y especialmente de aquellas que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. Y ¿quién no bendecirá esta sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor para con Jesús que la derramó? ¿Qué sería de mí si no hubiese sido rescatado por esta divina sangre? ¿Quién os sacó hasta la última gota de las venas de mi Señor? ¡Ah! el amor fue ciertamente. ¡Oh amor inmenso, que nos has dado este bálsamo saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, emanado de la fuente de un amor inmenso! ¡oh! haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, encomiaros y daros gracias ahora y siempre y hasta el día de la eternidad. Amén.

 

 

 

 

  El Papa Pío VII, con rescripto de 18 de octubre de 1815, que se conserva en el archivo de la citada Archicofradía de la preciosa Sangre de Jesucristo, además de conceder 300 días de indulgencia por cada día a los que con corazón contrito rezaren la oración: ¡Oh sangre preciosísima de vida eterna! concede también 100 días de indulgencia por cada día a todo el que rece con devoción las siguientes aspiraciones:

 

 

 

ASPIRACIONES DEVOTAS.

Indulgencias: 100 días

 

Viva, viva Jesús, que por mi salvación derramó toda la sangre de su corazón. La sangre de Jesús fue mi vida; Bendita sea su bondad infinita. Sea siempre alabada la sangre del Crucificado.

 

 Que al mundo del infierno ha rescatado. Esta sangre por bebida se nos ha dado,  Y del pecado a las almas ha lavado. La sangre de Jesús aplaca la indignación del Eterno, y nos lleva a su mansión. Si la sangre de Abel clama venganza, pues la  de Jesús perdona y alcanza. Si de esta sangre nuestro corazón se llena, el ministro del furor divino pronto se ahuyenta. Si la divina sangre de Jesús se enaltece, triunfa el cielo, y el abismo se entristece.

 

 

Digamos juntos con gran confianza:

 

A. la sangre de Jesús démosle alabanza.

 

 

 

Repetid a cada instante y  todos los días: Ven Señor Jesús, Ven Señor Jesús, Ven Señor Jesús.

 

 

 

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