Confiad en el Corazón Inmaculado de mi Madre

 

 

 

Textual en español, en esta página no se necesitó traductor, pues estas son las palabras de Jesús en nuestro idioma.

 

 En todos los estados se puede alcanzar la Santidad. A unos pido grandes cosas, a otros, pequeñas. Unos y otros, ejercitando su voluntad en complacerme, tienen el mismo mérito ante Mis ojos, porque el verdadero valor no está en lo que hacen sino, en la intención con que lo hacen, uniendo su voluntad e identificándola con la Mía.

El mundo debe confiar en el Corazón de Mi Madre, pues sólo ese Corazón Inmaculado y el Mío, serán el refugio en las horas de dolor y prueba que se acercan. Debe invocársela así:

“Corazón Doloroso e Inmaculado de María, sed nuestra salvación”, o “Corazón Doloroso e Inmaculado de María, sálvanos que acudimos a ti”.

 

Porque Ella, desde el principio, ofreció Su Corazón al dolor y muy triste contempla los males sin límite que están buscando Sus hijos. En ese Corazón todo dolor humano tiene su eco y su bálsamo.

Ese Corazón que se ofreció para la salvación de la humanidad, está también presente ahora para salvarla de la ruina. Aquellos que invocándola en sus penas se acerquen a El, no perecerán eternamente.

Así como los ángeles lanzan a los cuatro vientos en tierra y mar el Nombre de Dios en Su Unidad, Trinidad y Santidad, para preparar el camino de la gran prueba, así los hombres, las almas todas, deben alabarlo incesantemente y reconocer Su poder diciendo:

 

“Santo, Santo, Santo, Señor de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de Vuestra Gloria”.

 

Quiero que esto se diga a menudo, seguido por un Gloria al Padre......

El reconocimiento del Dios uno, trino y poderoso: el acatamiento a Su Poder Supremo, puede mitigar el rigor de Su justicia. Dilo así para que en todas las casas religiosas se lo reconozca como Señor de los Ejércitos. Todas esas almas consagradas a Mi servicio forman parte de Mi ejército y sus oraciones son parte de las armas con las que será vencido y aplastado el enemigo.

Las oraciones y sacrificios voluntarios, la expiación y penitencia, son tan aceptos a la Divinidad para aplacar su justa ira. ¿No oyen el ruido de la tormenta que se avecina?

 

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