¿Los católicos adoramos figuras de yeso?
Hay siempre una
animosidad y una crítica, principalmente de los evangélicos, a la figura de la
Virgen María y de los santos. Que idolatramos a figuras de yeso y barro, que
sólo se puede adorar a Dios. Son muchas las ocasiones en que esto lo hemos
explicado, pero siempre es bueno repetirlo. Cuando le rezamos a una figura,
estamos personalizando a la Virgen o al santo que lo representa. No estamos
dirigiendo nuestras oraciones y súplicas a la figura, sino a quien representa.
Es solamente una forma más fácil de comunicarnos. Cuando salimos en procesión
con la figura de la Virgen, adornada de flores, nuestra devoción no es hacia la
figura, sino hacia la persona de la Virgen María. Esa es la diferencia. Tanto la
Virgen como los santo no son adorados, sino venerados. Son nuestros abogados e
intercesores, verdaderos mediadores entre los hombres y Dios. Esto es muy
lógico, a veces problemas cotidianos que nos aquejan y que nos hacen sufrir no
son lo suficientemente importantes para pedírselos a Dios directamente, entonces
nos valemos de la Santísima Virgen o de algún santo para que nos ayuden.
La Virgen María, es mucho más que una figura de yeso, es nuestra madre, es una
enviada de Dios para protegernos y ayudarnos en nuestras necesidades. La Virgen
María es la Inmaculada Concepción, es decir nació sin el pecado original, para
que el seno materno que debía cobijar al Hijo de Dios fuese inmaculado. La
Virgen es la santa de las santas y por la especial misión que Dios le ha
solicitado, está preocupada de la salvación de todos sus hijos.
Nunca antes, María se ha manifestado tanto en estos tiempos, siempre con el
mismo mensaje, arrepentirse, cambiar de vida y ponerse en las manos de su Hijo;
Jesús. El final de los tiempos está muy cerca y la humanidad está muy alejada de
Dios, seducida por el poder, el dinero, la tecnología y el materialismo. Serán
muchas las almas que se perderán si la humanidad no se vuelve a Dios. Jesús se
queja constantemente, poca religiosidad, poco arrepentimiento, poca lealtad
hacia él, que dio la vida por cada uno de nosotros.
Tanto la Virgen, como los santos están trabajando en medio de nosotros para
salvarnos, pero no solamente ellos, hay también un segundo Pentecostés, una
segunda venida del Espíritu Santo a la tierra; la Tercera Persona de la
Santísima Trinidad. Al final de los tiempos, Dios quiere ayudarnos directamente
y que nos salvemos, para ello, ha enviado al Espíritu Santo a la tierra, quien
recluta e inspira, no solamente a religiosos y religiosas, sino también a los
laicos. A veces son procesos que duran muchos años, hasta que el laico consigue
comprender lo que Dios quiere de él. Casi siempre una acción evangelizadora,
salvar almas del pecado, dar a conocer a Dios y darle al hombre la posibilidad
de una conversión sincera. No anda el demonio como león rugiente buscando a
quien devorar sin que nadie lo frene, la acción divina está presente en el mundo
y hay muchos “apóstoles” trabajando para ayudarnos en nuestra salvación. No es
un Dios despreocupado que mira de lo alto y deja a sus hijos desprotegidos, sino
un Dios activo que nos protege y nos cuida. Hay ya una lucha cuerpo a cuerpo
entre el bien y el mal. Estamos ya en el Apocalipsis, al final de los tiempos.
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