ORACIÓN A LA VIRGEN DOLOROSÍSIMA

 

Oración de un pecador a la Virgen dolorosísima

 

 

 

  Esta oración fue escrita por un pecador, que fue salvado por la Virgen de las garras del demonio. Es una oración muy antigua. Probablemente puede haber sido un devoto del Rosario y por ello personalmente la Virgen le cortó las cadenas y lo salvó. Porque ustedes saben que no importa cuantos Rosarios recen, mil, diez mil, un millón, pero si  mueren en pecado mortal se van al Infierno igual. Ah, pero eso sí, la Virgen no va a permitir  que eso les suceda a sus devotos y tengan por seguro que se va a encargar personalmente que ustedes rompan las cadenas del pecado, cambien de vida y mueran en el futuro en gracia de Dios. Probablemente eso le sucedió a la persona que escribió esta sentida oración.

 

 

 

  ¡Oh Virgen dolorosísima! ¡ oh Madre de Jesús crucificado, y también Madre mía!  ¿Que gracias deberé darte por haberme concedido el singular favor de haberme honrado con el glorioso título de siervo tuyo? ¡Cual deberá ser mi gratitud y reconocimiento a un beneficio tan grande! Antes gemía bajo las leyes de una dura y vergonzosa esclavitud, porque otros dueños, me habían poseído hasta aquí, y me tenían sujeto con cadenas muy pesadas, y esclavizado en la oscura cárcel de mis vicios, pero tú, Virgen Inmaculada y Madre mía, te has dignado romper estas fuertes cadenas y me has librado de la dura y larga esclavitud del demonio.

 

 

  Ah Madre mía permíteme que en retorno te rinda el más obsequioso homenaje de mi alma, de mi vida, de mis potencias, de mis sentidos, y de todo cuanto poseo: que te bendiga eternamente, y te aclame por Madre de Dios, Reina del cielo y de la tierra, y Soberana de los ángeles y de los hombres.

 

 

  Creo con un profundísimo rendimiento de mi corazón que tus penas fueron imponderables, que al pie de la cruz fuiste constituida por Madre de todos las hombres, que nosotros somos hijos de vuestros dolores, y que esta relación es la más íntima, la mas estrecha, la mas fuerte y obligante para ti, y no menos para nosotros: confieso que por esta doble maternidad mereces un culto particular, que solo Dios es superior a ti, y que todo lo que no es Dios está sujeto a tu imperio.

 

 

  Reconozco que todos los Angeles y todos los Santos te veneran y todos los hombres son tus hijos y que  mereces toda su veneración, todo su rendimiento, todos sus servicios, todas sus alabanzas, todo su celo y todos sus respetos.

 

 

  Confieso que cuando el Creador del Universo se hizo Hijo tuyo, te  elevó a una gloria incomprensible a todo entendimiento creado; y así como ninguna pura criatura puede comprender tu dignidad, así tampoco ninguna es capaz de rendirte el culto que mereces. Pues ¿que podré hacer yo pobre y miserable pecador para honrarte y agradecerte? Con todo, puesto que no desprecias mis obsequios, o Madre piadosísima, cuya bondad y cuya misericordia son iguales a tu poder y a tu dignidad, recibe de mí la veneración que te es debida.

 

 

  Postrado pues a los pies de tu Trono, oh Madre de Dios, te tributo el más sincero, el más humilde, el mas profundo honor que me es posible, después del que rindo a mi Dios. Te reconozco  por mi soberana Señora, en quien después de Dios coloco toda mi confianza: estoy lleno de alegría en conocerte, en pertenecerte, y en servirte. Uno mis obsequios con todos los honores que recibiste de Jesucristo vuestro Hijo amado, y con el culto que te han tributado y tributan todos los ángeles del cielo.

 

 

  Me consagro a ti para siempre, dolorosísima Virgen Inmaculada, recíbeme como uno  de tus esclavos, y dígnate hacer que yo cumpla perfectamente con las obligaciones que tu sublime cualidad de Madre de Dios, me impone de respeto, de obediencia, de amor  de celo y de un ardiente deseo de cooperar en algo a la Gloria de tu Hijo y a la vuestra.

 

 

  Hago un firme propósito, oh Divina Madre de renovar incesantemente a vuestros sagrados pies el homenaje que en este día te rindo. Dichoso yo, si con mi ejemplo y con mi celo pudiere contribuir a perpetuar tu culto, según el fin que me he propuesto, dedicándome a tu servicio en esta sagrada religión. Así sea.

 

 

 

 

 

 

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