LOS 15 SUFRIMIENTOS Y DOLORES DESCONOCIDOS

 DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

 

 

 

 

 

Triste está Mi alma hasta la muerte...

Atended y ved si hay dolor semejante a mi dolor...

Yo a favor tuyo, azoté a Egipto, y tú me entregaste para ser azotado.

Tened piedad de Mí, al menos vosotros Mis amigos....

 


 


 JESÚS, atendiendo los ruegos de la piadosa amantísima Hermana María Magdalena Martinengo, de la Orden de Santa Clara, que vivía santamente en Roma, que deseaba conocer sus sufrimientos secretos, se le apareció y le receló y comunicó verbalmente los sufrimientos desconocidos, que había soportado la noche anterior a Su muerte.

Esta devoción fue aprobada y también recomendada por el Papa Clemente XII (1730 - 1740).

 


1º- Ataron Mis pies con una cuerda y me arrastraron debajo de una escalera de un sótano pestilente e inmundo;


2º-
Me quitaron la ropa y agujerearon mi Cuerpo con puntas de hierro;


3º- Ataron mi Cuerpo con una cuerda y me arrastraron por dentro del sótano;


4º- Me colgaron de una viga, donde me dejaron hasta que me deslicé y caí a tierra, este sufrimiento hizo salir de Mis ojos lágrimas de sangre;


5º- Me amarraron a un poste y me martirizaron con toda clase de armas perforando mi Cuerpo; me tiraron piedras y me quemaron acercándome a las brasas de la hoguera con teas encendidas;


6º-
Me agujerearon con punzones y desgarraron Mi piel, Mi carne y Mis venas;

 

7º- Me amarraron a un pilar, Mis pies yaciendo sobre hierro incandescente;


8º- Me pusieron una corona de hierro y me vendaron los ojos con trapos malolientes;


9º-
Me sentaron sobre una silla guarnecida con clavos puntiagudos que clavaron en Mi cuerpo profundísimos huecos;


10º- Rociaron mis Llagas con brea y plomo hirviente y me hicieron caer de la silla;


11º- Para mi tormento y Mi vergüenza, me hundieron agujas y hierros puntiagudos en los huecos de Mí barba arrancada;
 
12º-
Me echaron encima de una cruz, sobre la cual me amarraron tan fuerte y duramente que estuve a punto de quedar sofocado;


13º-
Hollaron Mi cabeza cuando yacía por tierra; uno de ellos, al poner su pie en Mi pecho, hundió una punta de Mi corona a través de Mí lengua;


14º- Me llenaron la boca con las más asquerosas suciedades;


15º- Profirieron raudales de injurias infames, me amarraron las manos a la espalda, me condujeron a golpes fuera de la cárcel, y me azotaron.

 

 

Se reza uno por día, durante 15 días y cada día al finalizar:

 

 Un Padrenuestro, un  Avemaría y un Gloria.

 

 


Y Jesús continuó:

 

“¡Hija mía, querida! Te pido que hagas conocer a muchas almas Mis quince sufrimientos y dolores secretos, con el fin de que sean contemplados y honrados. El día del Último Juicio, concederé la Eterna Felicidad a aquéllos a quienes con amor y recogimiento, me ofrecieron cada día uno de Mis sufrimientos agregando piadosamente la siguiente oración:

 

 

"Esperé que alguien se compadeciera de Mí y no hubo nadie; alguien que me consolara y no lo hallé"

 Salmo 69-21

 

 

 

Oración:


¡Mi Señor y mi Dios! Es mi voluntad irrevocable honrarte y adorar por todos sus dolores secretos y por el derramamiento de su sangre. Cuantos granos de arena haya en el mar, granos de tierra en los campos, brotes de hierba en toda la tierra, frutos en los árboles, hojas en las ramas, flores en los campos, estrellas en el firmamento, ángeles en el cielo y criaturas sobre la tierra, tantas veces sean adorados y glorificados al Señor Jesucristo, su santísimo corazón, su invaluada sangre, el sacrificio divino de la santa misa y el santísimo sacramento del altar.



Sean alabados y glorificados la Santísima Virgen María, los nueves coros gloriosos de los ángeles y la multitud de los santos, por mí y por todos los hombres, ahora y por toda la eternidad.


Tantas veces deseo, mi amado Jesús, agradecerte, servir, agradarte, reparar todas las atrocidades que se te hacen y pertenecerte de cuerpo y alma. A menudo quiero arrepentirme de mis pecados y pedirte, oh Dios mío, perdón y misericordia.


También quiero ofrecer a Dios Padre sus méritos infinitos, en reparación de mis faltas, de mis pecados y de mis tan merecidos castigos. Estoy firmemente decidido a cambiar de vida y te pido que, a la hora de mi muerte, me sienta feliz y en paz.


También quiero rezar por la liberación de las pobres almas del purgatorio. Deseo renovar fielmente esta alabanza de reparación y amor, en cada hora del día y de la noche, hasta el último instante de mi vida.


Os pido, mi buen y bondadoso Jesús, restablecer en el cielo este mi sincero deseo. No permitáis Jesús, que sea destruido por los hombres, y mucho menos aún, por el espíritu maligno. Amén.

 

 

 


 

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