LA SEÑORA DE TODOS LOS PUEBLOS |
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POR LA PROCLAMACIÓN DEL DOGMA COMO CORREDENTORA, ABOGADA Y MEDIADORA |
Las apariciones de la Santísima Virgen
María como "La Señora de todos los Pueblos" se sucedieron en Amsterdam entre los
años 1945 - 1959 a través de la vidente Ida Peerdeman, una sencilla mujer
holandesa.
Nuestra Señora se aparece a Ida de pie con los brazos y las manos extendidos
hacia abajo, de sus palmas salen tres rayos que Ella denomina de "Gracia,
Redención y paz" para todas las naciones. Aparece vestida de túnica blanca
traslúcida hasta los pies, con un paño amarillo alrededor de su cintura y otro
igual sobre su cabeza, mostrando sus ondulados y oscuros cabellos sobre los
hombros. Sus pies se ven descalzos posados sobre la esfera del mundo, que
aparece rodeado de corderos. A su espalda y a la altura de su cabeza, la Cruz de
su Hijo Jesucristo. Y entre una gran luminosidad, formando un arco de un extremo
a otro de la Cruz, se leen en holandés las palabras: Las apariciones de la
Santísima Virgen María como "La Señora de todos los Pueblos" se sucedieron en
Amsterdam entre los años 1945 - 1959 a través de la vidente Ida Peerdeman, una
sencilla mujer holandesa.
Nuestra Señora se aparece a Ida de pie con los brazos y las manos extendidos
hacia abajo, de sus palmas salen tres rayos que Ella denomina de "Gracia,
Redención y paz" para todas las naciones. Aparece vestida de túnica blanca
traslúcida hasta los pies, con un paño amarillo alrededor de su cintura y otro
igual sobre su cabeza, mostrando sus ondulados y oscuros cabellos sobre los
hombros. Sus pies se ven descalzos posados sobre la esfera del mundo, que
aparece rodeado de corderos. A su espalda y a la altura de su cabeza, la Cruz de
su Hijo Jesucristo. Y entre una gran luminosidad, formando un arco de un extremo
a otro de la Cruz, se leen en holandés las palabras: "La Señora de todos los
Pueblos".
La Señora y Madre de todos los Pueblos da mensajes de vital importancia para la
humanidad, cargados con advertencias y exhortaciones. Al mismo tiempo nos habla
de esperanza y nos ofrece la promesa de la salvación.
Tras 50 años de investigación exhaustiva, el 31 de mayo del año 2002, las
apariciones de "La Señora de todos los Pueblos" recibieron la aprobación
eclesiástica oficial y el reconocimiento de su origen sobrenatural, por el
obispo de la diócesis local de Haarlem en Holanda.
"La Señora de todos los Pueblos"
La Señora y Madre de todos los Pueblos da mensajes de vital importancia para la
humanidad, cargados con advertencias y exhortaciones. Al mismo tiempo nos habla
de esperanza y nos ofrece la promesa de la salvación.
Tras 50 años de investigación exhaustiva, el 31 de mayo del año 2002, las
apariciones de "La Señora de todos los Pueblos" recibieron la aprobación
eclesiástica oficial y el reconocimiento de su origen sobrenatural, por el
obispo de la diócesis local de Haarlem en Holanda.
MENSAJE 1
25 de marzo de 1945
(Fiesta de la Anunciación a María, Domingo de Ramos)
Era el 25 de marzo de 1945, fiesta de la Anunciación. Mis hermanas y yo
estábamos sentadas alrededor de la estufa de la calefacción, conversando. Era
tiempo de guerra y fue un invierno de hambre. El Padre Frehe se encontraba ese
día en la ciudad y vino a visitarnos. (El Padre J. Frehe, O.P., fue el director
espiritual y confesor de Ida por 50 años, entre 1917 y 1967.)
Estábamos muy entretenidos hablando, cuando de repente me sentí atraída hacia la
habitación de al lado y de pronto vi salir una luz. Yo me levanté y fui hacia
allí. La pared desapareció ante mis ojos y todo lo que allí estaba había
desaparecido. Era todo un mar de luz y un vacío profundo. Y de esa profundidad
vi surgir de pronto una figura viviente, una silueta femenina. La vi a mi
izquierda, sobre mí, vestida con un traje largo y blanco y con un cinturón;
realmente femenina. Estaba con los brazos extendidos hacia abajo y con las
palmas de las manos abiertas. Mientras la contemplaba, tuve una sensación
extraordinaria. Pensé: "Tiene que ser la Santísima Virgen, no cabe duda".
Entonces, la figura empieza a hablarme y me dice: "Repite lo que digo". Ella
habla muy despacio y yo empiezo a repetir palabra por palabra. Ella levanta
primero tres dedos, luego cuatro y después cinco, mientras me dice: "Ese 3, es
marzo. El 4, es abril. Y el 5, es el 5 de mayo". (5 de mayo de 1945: Anunciación
de la liberación de Holanda de la ocupación alemana.)
Entonces Ella muestra el rosario y dice: "Es gracias a esto. ¡Perseverad!" Se
detiene un instante y dice: "Hay que difundir la oración". Después veo a mi
alrededor muchos soldados, son aliados, y La Señora los señala. Entonces toma la
crucecita del rosario y señala el crucifijo. Indica de nuevo a los soldados. Yo
comprendo que ese debería ser el apoyo de la vida de los soldados, porque la voz
dice: "Ahora éstos se irán pronto a casa". Y señala a las tropas.
Mis hermanas y el Padre Frehe se acercaron a mi lado, de pie. Oyendo él que yo
hablaba, dijo a una de mis hermanas: "Escribe lo que dice." Después de haber
dicho un par de oraciones, le oí decir: "Oye, pregúntale quién es." Y entonces
yo pregunto: "¿Es usted María?" La figura me sonríe y responde: "Me llamarán La
Señora, Madre".
Esa imagen desaparece ante mis ojos y después me miro la mano. Entonces colocan
una cruz delante de mí, y yo tengo que levantarla. Yo la levanto lentamente y es
muy pesada. Después que la figura dijo todo, se fue lentamente. A continuación
desapareció también la luz y a mi alrededor en la habitación vi todo como
siempre.
CARTA
Carta escrita por la vidente Ida Peerdeman
al Padre Frehe, su director espiritual, en relación al mensaje del 31 de mayo de
1957.
2 de junio de 1957
A mi director:
Por favor, ¿podría contarle que no puedo dormir y que constantemente pienso en
ese hermoso mensaje del 31 de mayo? Tengo tanto miedo de que usted piense que
soy una sentimental, pero quiero y tengo que hablar de ello. No me cansaría de
contarle a todos una y otra vez, lo bello que era todo. Esto no lo olvidaré
jamás en mi vida, por más vieja que me vuelva, lo cual espero no sea así. Yo me
aferraba tanto a la vida y hasta me enfurecía cuando alguien decía que quería
morirse. Eso me parecía anormal. Pero ahora... ya no lo miro con desagrado y en
verdad quisiera decir y gritarles a todos: No tengan miedo de morir, pues sólo
les espera algo tan hermoso, tan puro, tan delicioso, que no hay palabras para
describirlo. No digan: qué fácil es decirlo, pues ahora pienso en el Apóstol
Pablo cuando dijo: “No hay ojos que lo hayan visto, ni oídos que lo hayan
escuchado.”
Por favor, créame, era algo “celestial”, en una palabra, lo que La Señora de
todos los Pueblos me enseñó cuando dijo: "De verdad, vale la pena abandonar este
mundo. Todos vosotros tenéis que venir al cielo." Entonces fue como si Ella
retirara un velo, mientras Ella misma se encontraba en una profundidad infinita.
Ella me dejó ver esa gloria sólo un instante, y luego el velo lo cubrió todo de
nuevo. Pero ese momento fue suficiente para decirle a usted y a todos los
hombres: hagamos lo posible por llegar allá, con la ayuda de Dios. No me canso
de pensar en ello, pero tengo mucho miedo –puesto que todo sigue su curso
normal– de no poder comunicarlo correctamente. Uno tiene que volver con los pies
sobre la tierra. Usted sabe, la vida familiar, el convivir con los demás, el
interesarse por sus cosas. Ir y darle toda la atención, y salir, pasear, etc.,
que tanta concentración me exige. Además en casa, la radio, la televisión.
Siempre he estado loca por el cine y ahora que veo obras de teatro, me gusta.
Pero tengo que decirle que todo eso ya no significa nada para mí. ¿Pero después?
Uno tiene que seguir con su vida y pretender que todo siga normal. Por eso esta
noche quiero escribirle todo esto.
Empezó todo muy bonito. Siempre veo primero venir la luz. Pero también esta vez
la luz era muy diferente. Y era como si dentro de la luz yo viera una figura que
flotaba en ella. Debo decirle que me llevé un gran susto en el momento en que
llegó esa luz. Yo me encontraba en ese dilema de conciencia, entre obedecerle a
usted o a la voz de La Señora, que me había ordenado que ese día hiciera su
voluntad. La luz pasó muy despacio por el altar y cuando llegó al altar de San
José, pareció detenerse un instante. Eso me pareció muy bonito. También era
curioso esta vez, que La Señora se trasladaba de un lugar a otro.
Ella estaba también más hacia adelante que la primera vez en la capilla. A veces
se me acercaba tanto que sentía la tentación de tocarla, pero no me atrevía. Eso
fue cuando Ella habló de los “para”. Fue como si Ella quisiera que yo me diera
cuenta de que Ella era una persona de verdad, así como usted y yo; pero, claro,
Ella es toda pureza y belleza. Espero que usted me comprenda. Su cuerpo es
también transparente, podría yo decir. Era tan hermosa... y su voz sonaba tan
clara y a veces tan triste, pero a la vez compasiva y piadosa, como una persona.
Cuando el padre K. llegó allí a interrumpir, pues él quería que todos se fueran,
La Señora se puso entonces en posición recta, y me sonrió como diciéndome:
déjalos allá a ellos, que se peleen un rato, nosotras continuamos. Ella, al
decir esto, puso una cara –si se me permite el atrevimiento de decirlo así–
pícara. Y La Señora empezó entonces a hablar más alto y más claro, tanto que yo
sin darme cuenta la imitaba. Esto me lo dijeron después unos señores que se
encontraban allí. Estimado Padre, estoy embelesada con todo esto; por favor,
discúlpeme y no me crea exagerada.
¡Fue todo tan único! Cuando Ella dijo: "reza la oración", Ella misma empezó a
rezarla, dulcemente y con mucha devoción. ¡Oh Padre, si la gente y sobre todo
los sacerdotes hubieran podido ver eso! Fue tan bonito, tan profundo y tan
hermoso como Ella rezaba. Pero, qué curioso, Ella dijo: "Que La Señora de todos
los Pueblos, que un día era María, sea vuestra Abogada. Amén." Yo la oí decir
esa palabra “vuestra” en lugar de “nuestra”, y esto al parecer me confundió. Yo
misma estoy segura de haberla repetido, pero algunos de los presentes dicen que
no me oyeron. No entendieron lo que yo dije, eso dijeron. Cuando dijo “Vuestra
Abogada”, Ella se inclinó hacia mí y me miró profundamente. Qué raro, ¿no?
Y también tengo que decirle esto. Cuando La Señora dice “Señor Jesucristo”...
¡es tan bonito! Entonces Ella inclina su cabeza tan humildemente y tan
profundamente, también cuando Ella habla de “el Señor”. Uno se conmueve al ver
esto. Entonces uno siente que “el Señor” es algo grandioso, algo poderoso. Y qué
humilde es La Señora cuando habla de Él. Entonces piensa uno, qué distraída es
nuestra oración, etc. Yo voy a intentar rezar mejor, y siempre pido poderlo
hacer. Sobre todo con atención, porque es una ofensa hacerlo así tan
desordenadamente. ¡Qué paciencia ha de tener “el Señor” con nosotros!
Cuando La Señora mencionó la palabra “Paráclito”, yo pensé que hablaba de un
vestido. Yo pensé, ¿qué es eso, un vestido que es “para”...? Y cuando Ella
empezó a decir: "Él es la sal, Él es el agua" etc., entonces sí que ya no sabía
de qué hablaba y pensé: ¡que cosa más rara! Yo sacudí mi cabeza para que La
Señora me viera, y tuve que poner cara de que no entendía (también esto lo
vieron lo presentes). Yo quería que Ella se diera cuenta de que no entendía
nada, pero absolutamente nada, pero no pude interrumpirla. Pero de repente, La
Señora sonrió y me puso una cara cómica e hizo un movimiento con sus manos,
hacia lo lejos –a los presentes–, pero me pareció más bien hacia lo lejos,
mientras Ella decía: "Vosotros sabéis a que se refiere La Señora."
Pero Padre, cuando Ella dijo: "Él es la sal" etc., fue tan hermoso verlo;
lástima que yo no pueda expresar todo eso. Ojalá tuviera yo el don de escribir,
pero tiene que conformarse con mi torpe explicación, y espero que usted no lo
encuentre extraño. También lo que dijo de “libre voluntad” fue algo único.
Cuando La Señora dijo: "Él ha inundado a La Señora de todos los Pueblos con su
Poder" etc., fue como si la luz que la rodeaba e irradiaba de sus manos, se
volviera de repente más intensa. Fue como si un faro (perdóneme mi forma
irreverente de expresarlo, pero no puedo decirlo de otra manera) la hubiera
atravesado. Cuando Ella dijo: "Así, pues, difunde mi oración" etc., Ella se
volvió más “imperativa”; no puedo explicarlo de otra forma.
Cuando dice "no tengas miedo", eso me gusta tanto de Ella. Yo nunca le comento
algo al respecto, pero Ella parece saber muy bien que yo estoy siempre como una
liebre asustada y que últimamente (perdóneme, no es muy agradable por mi parte)
le tenía pavor a usted. Pero ya no; después de este mensaje el miedo
desapareció. Quienquiera que me ataque, lo soportaré. Sí, Padre, esto lo digo
aún, yo espero que por favor esa fuerza no me sea retirada.
Además quiero decirle que cuando Ella se desplazaba, también las ovejas iban
detrás de Ella. Yo veo las ovejas de verdad, como en una pradera. Tienen
bastante lana. Es un rebaño de ovejas común y corriente; es bonito ver ese
hormigueo alrededor de La Señora. La Cruz está siempre detrás de Ella.
Padre, para todos ustedes es algo increíble, y cuánto he rezado este último año
para que La Señora les haga que la vean, aunque sea una sola vez, así como yo la
puedo ver, pero lamentablemente no ha sido así. Yo no puedo hacer nada. Ella me
ordenó que le dijera todo al obispo. También al Santo Padre, pero entonces
pensé: "Señora, cómo puede Usted decir eso, Usted sabe bien que eso es
imposible." Eso pasa como un flash por mi mente. Pues es muy curioso, pero
durante la aparición yo puedo seguir pensando normalmente. Yo reacciono
normalmente, como si estuviera hablando con alguien. Sabe Usted, de repente uno
piensa, por ejemplo: ¿pero cómo va a ser esto? Y así es también en los mensajes.
También oía perfectamente ese tumulto detrás de mí. Pero qué curioso, Padre, no
me llega ni me confunde. Entonces es realmente como si fuera una sola cosa con
La Señora y sólo con Ella.
De todos los mensajes, pienso que éste es el que más me ha llegado y del que
siempre me acordaré. No piense que es algo raro, pero yo me siento –dicho
vulgarmente- en el séptimo cielo. Le puedo decir que cuando retiraron ese velo
me encontré en un estado completamente diferente. Un estado glorioso (¿puedo
decirlo así?), “celestial”. Por favor, no crea que soy arrogante o algo así. Es
la pura verdad. No me canso de hablar de ello y lo repito, quisiera decírselo a
todos.
Lo último también fue tan bonito. Cuando Ella hablaba del pedacito de pan etc.
Padre, eso tendrían que haberlo visto los sacerdotes. Qué lástima. Ahora sí que
siento un enorme respeto por ellos. No es que antes no lo tuviera, pero usted me
comprende. Cuánto debe usted alegrarse de ser sacerdote. Nunca se arrepienta de
serlo. Vale la pena el sacrificio. Me gustaría saber, ¿cómo podría yo hacerme un
poco más útil? Quisiera hacer algo.
Antes de que La Señora se fuera, fue tan bonito, Ella me miró tan amorosa. Mejor
no puedo expresarlo, y entonces me dio una tremenda melancolía y pensé: ahora me
deja otra vez sola. Pero yo no debería decir eso. Usted no sabe lo que
últimamente he tenido que soportar. Ese abandono y esa tensión, eran casi
insoportables.
Luego, el conflicto de conciencia ese mismo día. Temía que La Señora me
encontrara cobarde y usted desobediente; no sabía qué hacer. Yo sólo dije:
"Señora, haré lo que usted me pide, aunque sé que eso significa desobedecer."
Hasta un momento antes de entrar en la iglesia estaba muerta de miedo; lo hago o
no lo hago. G. dijo: "Vamos, sin vacilaciones, volvamos a casa. ¡Esa lata tuya
de si entrar o no entrar en la iglesia!" Y entonces, no sé lo qué fue, pero vino
como una especie de viento o fuerza por detrás de mí, y sin darme cuenta me
encontré en los escalones de la iglesia. Y todavía yo dije: "Vayan ustedes
primero, por favor." Así lo hicieron, y yo entré después.
Entonces recé con la gente y repetía: "Señora, ya he hecho lo que usted quería
hoy; ayúdeme, por favor, y dele algo a estas personas que están aquí rezando tan
fervorosamente. Yo no sé qué, haga que vean algo, o algo así, pero por favor,
haga algo por ellos." Fue un gran consuelo ver y oír con cuánta devoción la
gente rezaba; a mí me conmovió mucho.
Yo le pregunto, ¿podría yo, si me es posible, rezar el rosario los jueves junto
con ellos, o dirigirlo? ¿Con la oración de Ella después de cada decena? Yo me
sentí tan confortada moralmente al oír a esas personas rezar. Cómo ha de pensar
La Señora que soy una cobarde, que dice sí y amén a todo lo que usted me ordena.
Discúlpeme, por favor, y haga como si yo nunca hubiera dicho esto. Me
arrepiento. Pero, después de esto yo pensaba a menudo, qué miedosa y qué
perezosa soy. ¿No debería hacer mejor la voluntad de Ella? Una vez más,
discúlpeme.
¿Qué más podría decir de Ella? Vea usted, yo quisiera informarlo lo mejor
posible acerca de todo y tengo miedo que luego se me olvide algo. Tal vez por
eso me extiendo un poco. Espero que usted no se moleste. En este momento ya nada
del mundo me interesa, pero claro, esto tendrá que cambiar; uno no es más que
una persona cualquiera.
Pero de todas formas, me alegro de poder escribirle todo esto a usted. Yo jamás
olvidaré todo esto. Cómo hubiera querido decirle todo esto personalmente a
nuestro obispo, pues el papel es tan frío. Algo tan bello no se puede transmitir
por carta. Temo que no lo haya transmitido bien, pero espero que La Señora de
todos los Pueblos esté ahora satisfecha conmigo.
Yo seguiré luchando por su causa y seguiré rezando, y espero que mejor y más
fervorosamente que nunca, para que su obra pueda culminar felizmente y pronto.
No puede ser de otra manera, Ella lo dijo. Pero, como usted sabe,
lamentablemente dependemos de la gente. Si pudiera yo convencerles; La Señora
podría hecerles ver todo; entonces le estarían todos tan agradecidos. Pero, por
desgracia, eso no está en nuestras manos, sino en las Suyas.
Ah, sí, esto tengo que decírselo: cuando La Señora hablaba del “Milagro de cada
día” fue tan hermoso, pero cuando dijo: "No, pueblos, no es una idea", Ella lo
dijo (¿puedo decirlo así?) enérgicamente. Era como si Ella protestara contra
algo en un futuro, porque Ella miraba como más allá de una gran muchedumbre. Eso
fue tan bonito.
Pero ahora sí que me detengo, porque usted se va a cansar de mí. He dicho todo
esto conforme a la verdad y estoy dispuesta a jurarlo, y sigo luchando y rezando
por su título, que el Señor, como Ella misma dice, con tanto gusto quiere darle
en este mundo. Así pues, que La Señora de todos los Pueblos sea nuestra Abogada.
Ida
MENSAJE 53
31 de mayo de 1957
Mi director espiritual me había prohibido que fuera ese día por la mañana a la
iglesia de Santo Tomás y también por la noche a la Alabanza. Ese día tampoco
podía llamarlo. Ese día fui a Misa por la mañana a la iglesia de Ntra. Sra.
Reina de la Paz. Precisamente antes de la Comunión oí bien clara la voz de La
Señora: "Haz hoy lo que yo te diga." Yo me asusté y me dije a mí misma: "Pero yo
he prometido obedecer al Padre Frehe." Sin embargo, dije luego humildemente:
"Pero Señor, hágase tu Voluntad."
Ese día había pensado irme en el tren. Me fui de todas formas a la estación.
Subí al tren, me senté y, como de costumbre, empecé a rezar el rosario. De
pronto oí como una orden, con toda claridad, la voz de La Señora, que me dijo:
"Vuélvete, ya has cumplido tu deber." Sin darme cuenta me había bajado ya del
tren y me encontraba en el andén. En ese instante el tren partió. Yo pensé: ¿Qué
he hecho? Ahora sí que no he obedecido. ¿Ahora qué hago? De repente, oí bien
fuerte la voz de La Señora en el andén: "¡A las tres de la tarde en la capilla!"
Sonó como una orden. Volví a casa. Y ya que el Padre Frehe no me había prohibido
que fuera por la tarde a la iglesia, me fui esa tarde a la iglesia de Santo
Tomás. Al llegar, ni siquiera me atrevía a entrar, pero fue como si de pronto
alguien me empujara o como si yo, por alguna fuerza o por el viento, fuera
metida en la iglesia.
Cuando entré en la iglesia, había unas personas rezando el rosario en la
capilla. Sentada en la parte de atrás de la iglesia, me puse a rezar con ellas.
Luego dijeron el Credo. Al llegar a las palabras “que fue concebido por el
Espíritu Santo”, vi que, de repente, del altar de la Stma. Virgen venía la luz.
Muy despacio, la luz se fue del altar de la Virgen al altar mayor y luego al
altar de San José, donde se detuvo un momento, y a continuación se fue por el
lado de la iglesia hacia la capilla. Era como si dentro de esa luz flotara
también una figura. Yo me puse de pie y me dirigí a la capilla, como si La
Señora me hubiera hecho una seña.
Cuando entré a la capilla vi salir a La Señora lentamente de la luz. Ella me
dijo: "Reza la oración". Entonces Ella también empezó a decirla, con mucha
unción y devoción, y la rezó junto conmigo. Pero al final le oí decir “vuestra
Abogada”, en vez de “nuestra Abogada”. Al decir esto, inclinó su cabeza hacia
adelante y me miró profundamente. Esto me confundió, pues parece que me olvidé
decir “que un día era María” y repetí sus palabras “vuestra Abogada”. Entonces
La Señora dijo: "Hoy he venido aquí para dar el último mensaje en público. No
temas, hija. Es La Señora de todos los Pueblos quien te dice todo esto." Hizo
una pausa y dijo: "Has hecho bien."
La Señora se hizo de nuevo una cruz con el pulgar sobre los labios (señal para
que Ida no repitiera lo que Ella decía) y dijo: "Vete a donde el Santo Padre y
cuéntale todo. Pídele que bendiga la oración. Pídele por el dogma."
Interiormente dije: "¡Ah, Señora, cómo puede Usted decir eso! Usted sabe que yo
jamás podré llegar allá". La Señora dijo en voz baja: "Por medio del sacristán."
A continuación La Señora miró con tristeza a su alrededor y dijo (Ahora Ida
repite nuevamente lo que dice La Señora): "Yo he querido traer un mensaje serio
y a la vez una buena nueva. Yo he mostrado a los pueblos que la obediencia y la
libre voluntad, sí, la libre voluntad, son lo primero. Y ahora quiero responder
a todos los que te han pedido un signo." Al decir esto La Señora meneó la cabeza
con compasión. "Ahora La Señora les dice a todos éstos: Mis signos están
contenidos en mis palabras. Vosotros, hombres de poca fe, sois como niños que
pretenden fuegos artificiales, mientras que la verdadera Luz, el verdadero
Fuego, no lo ven." La Señora sonrió compasiva. "Vosotros buscáis y buscáis un
“para esto” y un “para lo otro”. También a esto La Señora de todos los Pueblos
os da la respuesta." Y con voz que resonó de modo impresionante por toda la
iglesia, La Señora dijo: "¡Es “el Paráclito” el que está haciendo todo esto!"
Yo no entendí la palabra “Paráclito”(se refiere al Espíritu Santo en griego: el
Abogado, el Consolador, el Consejero, el Intercesor) y se lo dí a entender a La
Señora, encogiéndome de hombros y moviendo la cabeza. Ella sonrió e indicó a su
alrededor. Vi entonces a toda clase de eclesiásticos de pie, en torno a Ella.
Mientras los señalaba, dijo: "Vosotros sabéis a que se refiere La Señora."
Entonces Ella prosiguió: "Él es la Sal. Él es el Agua. Él es la Luz. Él es la
Fuerza que inundó a La Señora. Él procede del Padre y del Hijo. Él ha inundado a
La Señora de todos los Pueblos con su Poder. Por eso Ella puede y tiene el poder
de concederos la Gracia." Alrededor de La Señora se formó una niebla, como en
otras ocasiones, cuando Ella hablaba del Espíritu Santo. "Así pues difunde mi
oración, la oración del Señor. Píde que la imagen pueda volver por el momento a
la capilla. Hija, no tengas miedo. Soy yo quien lo pide. Pide por el dogma. Y
vosotros, pueblos todos, dejad que La Señora os lleve de la mano al Señor, a
vuestros Sacramentos."
Ella acentuó mucho la palabra “sacramentos” y movió la cabeza como diciendo:
¿Pero qué está pasando? Miraba de una forma particular y su expresión
manifestaba claramente no estar para nada de acuerdo con lo que sucede. Entonces
dijo: "Vosotros los tratáis de una manera tan extraña. Yo sé, La Señora de todos
los Pueblos sabe lo que significa este tiempo para los cristianos, y por eso se
le ha permitido venir ya doce años a advertiros, a ayudaros, a llevaros de nuevo
al Señor Jesucristo. Habéis experimentado este año qué grande puede ser la
fuerza de satanás. La Señora de todos los Pueblos, que es la Esposa del Señor,
que es la Reina del Rey, que ahora ha recibido este título de su Señor, con su
intercesión ha podido todavía salvar al mundo. ¡Todavía!" Al decir esto, La
Señora levantó el dedo, como advirtiendo. "Pueblos, escuchad todo lo que yo he
dicho. De verdad, vale la pena abandonar este mundo." La Señora dijo esto como
con doble sentido. "¡Todos vosotros tenéis que venir al Cielo!" Esto último, La
Señora lo dijo con mucha fuerza y claridad.
Fue como si Ella retirara un velo y me sentí en un estado extraordinario, en un
estado celestial, sobrenatural. Vi algo tan maravilloso, que no puedo
describirlo. Fue como si el Cielo se abriera, era tan bello. "El Señor os ha
redimido a todos. Vosotros, los extraviados, regresad. La Señora os espera." Al
decir esto La Señora hizo con sus manos un gesto de invitación, como queriendo
acoger a la gente. "Ella os ayudará. Ella os hará volver."
La Señora se hizo otra vez una crucecita con el pulgar sobre los labios y dijo:
"Ve adonde el Santo Padre y dile que yo he dicho: ha llegado el tiempo en que el
dogma puede ser proclamado. Yo regresaré en privado, para la Iglesia y los
sacerdotes, en el tiempo que el Señor determine. Di que el celibato está
corriendo peligro desde dentro, pero el Santo Padre sabrá conservarlo a pesar de
todo." Moví la cabeza, como diciendo que no me atrevía a decirlo, y La Señora
dijo disgustándose un poco: "¡Te ordeno que lo digas!" Hice un gesto afirmativo
y La Señora dijo: "Si hacen lo que yo he dicho, entonces yo ayudaré a los
pueblos, a cada uno en particular, también a los más primitivos, y podré
traerles la Paz." La Señora dijo esto con vehemencia.
Entonces La Señora dijo, mirando adelante con una expresión celestial (ahora Ida
vuelve a repetir lo que La Señora dice): "El Señor Jesucristo, antes de morir de
muerte natural, antes de subir al Padre, antes de aparecer en el mundo, antes de
venir otra vez entre los hombres," –parecía que La Señora decía esto para
aclarar, pues yo había movido la cabeza en señal de no haber entendido– "...os
entregó el gran Misterio, el gran Milagro de cada día, de cada hora, de cada
minuto. Él se dio a Sí mismo. ¡No, pueblos, no es una idea!", dijo, sacudiendo
con fuerza la cabeza. "No, pueblos, escuchad lo que Él dijo, no es una idea,
sino Él mismo, bajo la apariencia de un pedazo de pan, bajo la apariencia de
vino. Así el Señor quiere venir entre vosotros, todos los días. ¡Por lo tanto
aceptadlo, hacedlo! Él os da el anticipo, el anticipo de la Vida eterna."
Luego Ella retiró de nuevo el velo ante mis ojos y otra vez me sentí en aquel
estado celestial. "Esto es, pueblos, lo que La Señora, la Corredentora,
Medianera y Abogada, ha querido deciros hoy por última vez, en público."
Entonces vi a La Señora alejarse lentamente.
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