NOVENA AL PADRE PÍO
ORACIÓN AL SEÑOR POR
INTERCESIÓN DE SAN PÍO DE PIETRELCINA
(Aprobada por Vicenzo D’Addario, Obispo de Manfredonia-Vieste)
Oh Dios, que a San Pío de Pietrelcina, sacerdote capuchino, le
has concedido el insigne privilegio de participar, de modo admirable, de la
pasión de tu Hijo: concédeme, por su intercesión, la gracia de… (indicar la
gracia que se desea), que ardientemente deseo; y otórgame, sobre todo, que yo me
conforme a la muerte de Jesús para alcanzar después la gloria de la
resurrección.
Gloria al Padre… (tres veces).
NOVENA AL SAGRADO CORAZÓN
(La presente “Novena” la recitaba diariamente el Padre Pío por todos aquellos
que solicitaban sus oraciones.
Se invita, pues, a los fieles, a recitarla también diariamente, confiando en la
intercesión de san Pío de Pietrelcina)
1- Oh Jesús mío, que dijiste: "En verdad os digo: pedid y recibiréis, buscad y
hallaréis, llamad y se os abrirá". He aquí que, confiado en tu Palabra divina,
llamo, busco y te pido la gracia...
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
2- Oh Jesús mío, que dijiste: "En verdad os digo: todo lo que pidiereis a mi
Padre en mi Nombre, él os lo concederá". He aquí que, confiado en tu Palabra
divina, pido al eterno Padre en tu Nombre la gracia..
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.
3- Oh Jesús mío, que dijiste: "En verdad os digo: los cielos y la tierra
pasarán, mas mis palabras no pasarán". He aquí que, confiado en la infalibilidad
de tu Palabra divina, te pido la gracia...
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Sagrado Corazón de Jesús en ti confío.
Oh Sagrado Corazón de Jesús, infinitamente compasivo con los desgraciados, ten
piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos las gracias que te pedimos
por medio del Inmaculado Corazón de María, nuestra tierna Madre.
San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón, ruega por nosotros.
NOVENA Nª 2
Inciso (A) Oraciones para todos los días.
Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios
nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición: Dios mío me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido
porque eres infinitamente bueno. Dame tu santa gracia para no ofenderte más.
Amén.
Padre Nuestro y Ave María.
Credo: Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, Creo
en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio
Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al
tercer día resucitó de entre los muertos, subió al cielo y está sentado a la
derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de
los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida
eterna. Amén.
Inciso (B) Oración final para todos los días.
San Pío de Pietrelcina, te pedimos nos enseñes la humildad de corazón, para ser
considerados entre los pequeños del Evangelio, a los que el Padre prometió
revelar los misterios de su Reino.
Ayúdanos a orar sin cansarnos jamás con la certeza de que Dios conoce lo que
necesitamos antes de que se lo pidamos. Alcánzanos una mirada de fe capaz de
reconocer prontamente en los pobres y en los que sufren el rostro mismo de
Jesús. Protégenos en la hora de la lucha y de la prueba y, si caemos, haz que
experimentemos la alegría del sacramento del perdón. Transmítenos tu tierna
devoción a María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Acompáñanos en la
peregrinación terrena hacia la patria feliz, a donde esperamos llegar también
nosotros para contemplar eternamente la gloria del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Amén.
DÍA PRIMERO
EL AMOR DEL PADRE PÍO HACIA DIOS
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Reflexión:
Dios es amor; Dios es un Padre bueno y misericordioso, lento a la cólera y pronto al perdón. Dios nos ama - decía el padre Pío - y una de las pruebas que nos ama es el hecho de que nos tolera en el momento mismo en que lo ofendemos. Dios es Padre de todos; pero lo es, de modo especialísimo, para los desgraciados y de modo todavía más singular lo es para ti. El padre Pío escribía a su director espiritual: Me siento devorado por el amor de Dios. Dios está, para mí, fijo en mi mente e impreso en mi corazón. Nunca lo pierdo de vista; admiro su belleza, sus sonrisas, sus misericordias.
El principal atributo de Dios es la misericordia que perdona y
remedia los pecados de sus criaturas. Él es rico en misericordia. Su
misericordia brota de su amor desinteresado y gratuito hacia los que no son
amables ni merecen ser amados. Siento cada vez la imperiosa necesidad - decía el
Santo - de entregarme con más confianza a la misericordia divina y de poner sólo
en Dios toda mi esperanza. Y repetía: Yo no deseo otra cosa que morir o amar a
Dios: o la muerte o el amor, pues la vida sin este amor es peor que la muerte.
Recuerda - escribía a una hija espiritual - que el gozne sobre el que gira la
perfección es el amor; quien vive del amor, vive en Dios, porque Dios es amor,
como dijo el Apóstol.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, a quien confiadamente invocamos con el nombre de Padre, intensifica en nosotros el espíritu de hijos adoptivos tuyos, y concédenos por intercesión y ejemplo de san Pío de Pietrelcina, que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos tienes prometida. Por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.
DÍA SEGUNDO
AMOR DEL PADRE PÍO AL PRÓJIMO
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Reflexión:
Quien ama a Dios, tiene que amar también al prójimo. El amor a Dios y el amor al hermano forman un solo mandamiento. La caridad - decía el padre Pío - es la perla de las virtudes. Del mismo modo que las perlas se mantienen unidas por el hilo, así las virtudes por la caridad. Y así como las perlas se caen si se rompe el hilo, de igual modo, disminuye la caridad y las virtudes desaparecen. El padre Pío no podía soportar ni la crítica ni el hablar mal de los hermanos. La murmuración le daba náusea. Teniendo tantos defectos que criticar en nosotros, ¿para qué perdernos en contra de los hermanos?
Movido por este amor para con los hombres sus hermanos, exclamaba
ante Dios como Moisés: “¡ O perdonas a tu pueblo o bórrame del libro de la
vida!.
Su amor al hombre lo lleva a dar vida a dos grandes obras: la Casa Alivio del
Sufrimiento y los grupos de oración. Hablando de la Casa Alivio del Sufrimiento
decía: Háganla tan bonita como el paraíso, porque en ella va a habitar Cristo
enfermo.
A los médicos y enfermeros recomendaba: Ustedes tienen la misión de
curar al enfermo; pero si no llevan amor al lecho de los enfermos, no creo que
las medicinas sirvan de mucho. Sean portadores de Dios para los enfermos; eso
será más útil que cualquier otro cuidado.
Los grupos de oración tenían que ser de apoyo a la Casa Alivio del Sufrimiento.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, escucha con bondad la oración de tus fieles, y por la intercesión de san Pío de Pietrelcina, dígnate visitar con tu consuelo a nuestros hermanos enfermos y haz que recobren pronto la salud y te den gracias en la Iglesia. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA TERCERO
AMOR DEL PADRE PÍO A LA PALABRA DE DIOS
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Reflexión:
Uno de los deberes del sacerdote es la predicación de la Palabra de Dios. Los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, han sido consagrados para predicar el Evangelio. El sacerdote está acreditado oficialmente por la Iglesia para predicar la palabra como maestro. Por eso el obispo, en la ceremonia de ordenación, le dijo: “Recibe el Espíritu Santo”.
Cuando el padre Pío llegó a San Giovanni Rotondo, el provincial lo
encargó de la educación de unos treinta muchachitos que se preparaban a la vida
religiosa capuchina. El superior, el Padre Paulino, nos describe así las
ocupaciones en las que empleaba sus horas el padre Pío: “Se dedica a la lectura
de libros espirituales, de modo especial a la lectura de la Sagrada Escritura”.
Uno de los niños de aquel tiempo, el padre Manuel de San Marco
escribió:
“La forma de hablar del padre Pío en las conferencias era tan expresiva y
conmovedora, que superaba todo lo imaginable, porque todo cuanto decía le salía
de su misma vida, de su propio corazón. ¡Con qué dulzura nos hablaba de Jesús,
Camino, Verdad y Vida! ¡Con qué ternura se expresaba cuando citaba textualmente
las palabras del Señor!” Todos los que conocieron al padre Pío y lo oyeron
predicar, afirman que lo hacía con ardor y eficacia.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, escucha la oración de tu pueblo, da fuerza a cuantos predican el Evangelio en el mundo y concédenos que así como san Pío de Pietrelcina fue en la tierra un ardiente y humilde predicador de tu palabra, ahora en el cielo sea nuestro poderoso intercesor. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA CUARTO
EL AMOR DEL PADRE PÍO A LA EUCARISTÍA
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Reflexión:
La Eucaristía es la acción de gracias por las maravillas que Dios ha hecho por nosotros con la muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo. Jesús ha querido quedarse con nosotros real y sustancialmente con su cuerpo, sangre, alma y divinidad como sacrificio, es decir, memorial de su muerte y como alimento espiritual en la comunión sacramental. Dios llamó al padre Pío a ser sacerdote y víctima. Gentes de todo el mundo acudían a San Giovanni Rotondo para ver de cerca al estigmatizado padre Pío celebrar la santa misa.
Cristo crucificado se hacía presente visiblemente en la persona de
su ministro: su pasión y su muerte se reflejaba durante la celebración del
sacrificio del Calvario, celebrada por un sacerdote que en aquel momento le
prestaba voz, manos y corazón. Lo que más me hiere - escribe el padre Pío a su
director espiritual - es el abandono en que se encuentra Jesús en el Santísimo
Sacramento. Mi corazón se siente como atraído por una fuerza superior antes de
unirme a él al comulgar. Siento tanta hambre y sed de recibirlo, que falta poco
para que no muera de ansia.
A veces voy a recibirlo como con fiebre. Y esta hambre y sed en
lugar que se apague, después que lo he recibido, se acrecientan siempre más en
mí, al grado de decirle a Jesús: ¡Basta!, Porque no aguanto más.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos:
Padre celestial, para la mayor gloria de tu santo nombre y por el mayor bien de las almas, te suplicamos por intercesión de san Pío de Pietrelcina, que multipliques el número de tus sacerdotes. Derrama sobre ellos tu divino Espíritu, enamóralos de la cruz y haz muy fecundo su apostolado. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
DÍA QUINTO
EL PADRE PÍO, MÁRTIR DEL CONFESIONARIO
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Reflexión:
Podemos resumir el ministerio sacerdotal del padre Pío, en dos
polos luminosos: el altar y el confesionario. En el altar se inmolaba con Cristo
en la cruz y en el confesionario repartía la infinita misericordia del Señor.
En el confesionario el padre Pío desempeñó su paternidad con fuerza y ternura.
Era severo y exigente con los penitentes curiosos e hipócritas. Era inflexible
con los pecados contra la vida, los pecados de la blasfemia y la trasgresión del
precepto de la misa festiva. No era raro que cerrara la ventanilla del
confesionario en las narices de los penitentes o les gritara: ¡Fuera de aquí,
desgraciado!. Sus explosiones eran fuertes vibraciones de su espíritu para
romper ciertas barreras y sacudir ciertos corazones empedernidos.
El Papa Juan Pablo II, en la canonización del padre Pío, dijo:
“Aunque aquel singular confesor trataba a los peregrinos con aparente
dureza, éstos, tomando conciencia de la gravedad del pecado y sinceramente
arrepentidos, volvían casi siempre para recibir el abrazo pacificador del perdón
sacramental”.
Un penitente tres veces despedido del confesionario y, finalmente
absuelto, comentaba: “Ahora sí que he llegado a comprender la gravedad de mis
faltas. Hasta este momento nadie había sacudido mi indiferencia, como ahora lo
ha hecho el padre Pío. Ahora comprendo mejor y le agradezco a Dios que se haya
servido para ello del pulso firme y, al mismo tiempo, paternal del padre Pío.
¡Cuánto le costaban al padre Pío las confesiones! Solía decir: ¡Si supieran
cuánto cuesta un alma!. Las almas no se dan como regalo: se compran. ¡Ustedes no
saben lo que le costaron a Jesús! Ahora y siempre hay que pagarlo con la misma
moneda.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos: Dios todopoderoso y lleno de bondad, que nos has dado en san Pío de
Pietrelcina un modelo de sacerdote consagrado al ministerio de la penitencia,
concédenos, por su intercesión, convertirnos a ti de todo corazón y recibir tu
misericordia abundante. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
DÍA SEXTO
AMOR DEL PADRE PÍO A LA VIRGEN MARÍA
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Reflexión:
Desde niño el padre Pío tuvo siempre una tierna, afectuosa y confiada devoción a la Virgen María. Cuando sacerdote se consagró totalmente a ella y la consideró “Dulcísima Madre de los sacerdotes, mediadora y dispensadora de todas las gracias”. Cuando pasaba ante una imagen de la Virgen, decía: “Te saludo, María, saluda a Jesús de mi parte”. Festejaba el mes de mayo con mucho fervor. Decía: El mes de mayo para mí es el mes de las gracias. Quisiera tener una voz poderosa para invitar a todos los pecadores del mundo a amar a la Virgen.
Su amor a la Virgen era muy grande –cuenta un sacerdote. Recuerdo
que una vez le pedimos al padre Pío, en la fiesta de la Asunción, que nos diera
un pensamiento sobre la fiesta. Se le iluminó el rostro y sollozando dijo:
“Hijos míos, amemos a la Virgen, ella es nuestra Madre”. Se emocionó y se puso a
llorar. También nosotros nos pusimos a llorar, confundidos ante tanto amor.
Llamaba el rosario su arma preferida. Lo llevaba enrollado en la
mano o en el brazo, como si fuera un arma siempre empuñada. Su devoción a la
Virgen era concreta y profunda, que lo llevaba a Cristo. La Virgen Dolorosa lo
llevaba al misterio de la cruz, a embriagarse en los padecimientos de Jesús. La
Virgen lo introdujo también en el misterio eucarístico. Escribió: ¡Pobre
madrecita, cuánto me quiere! ¡Con qué cariño me ha acompañado esta mañana hasta
el altar! Me ha parecido que ella no tuviera ni siquiera en quién pensar sino
sólo en mí, al llenarme el corazón de santos afectos.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos:
Dios omnipotente y eterno, que has hecho grandes maravillas en la Virgen María, madre de tu Hijo y madre nuestra, por intercesión de san Pío de Pietrelcina, renueva en nosotros las maravillas del Espíritu para que podamos bendecir eternamente tu nombre. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA SÉPTIMO
AMOR DEL PADRE PÍO A LOS SANTOS ÁNGELES
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Reflexión:
Los ángeles de la guarda son seres espirituales que Dios envía a los hombres con la misión de custodiarnos y protegernos física y espiritualmente. El ángel de la guarda no nos abandona nunca –decía el padre Pío. Él es nuestro amigo más sincero y fiel. El padre Pío le tenía mucha confianza y familiaridad y con frecuencia le daba encargos especiales. A quien iba a saludarlo antes de emprender un viaje, le decía: “El ángel de Dios te acompañe”.
A sus hijos espirituales repetía con frecuencia: “cuando me
necesites y no puedas venir a verme, mándame a tu ángel de la guarda con el
mensaje”. El padre Agustín, su confesor, escribió: “El padre Pío no conoce ni el
griego ni el francés, su ángel de la guarda le explica todo”. En el libro
Envíame a tu ángel de la guarda, el padre Alejo Parente nos cuenta este hecho
asombroso: “Una vez el padre Pío estaba en la veranda y parecía estar hablando
con alguien, mientras que en realidad yo no veía a nadie. Me acerqué a él para
entregarle algunas cartas. El padre me dijo bruscamente: “¿No ves que estoy
ocupado?”.
Me quedé mortificado y me retiré un poco. Al poco tiempo, el padre
Pío me llamó y me dijo: “¿No has visto estos ángeles de la guarda que estaban
alrededor? Eran los ángeles de la guarda de mis hijos espirituales que venían a
traerme sus mensajes. Debía yo darles las respuestas”.
El padre Pío no era un hombre que inventara extrañezas o fuera preso de
fantasías neuróticas. Ahora que la Iglesia ha reconocido su santidad, estas
“extrañezas” se vuelven verdaderas enseñanzas para nosotros.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos:
Te pedimos, Señor, que tus santos ángeles, nos ayuden en el
peregrinar de esta vida y nos conduzcan después a la patria eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
DÍA OCTAVO
EL AMOR DEL PADRE PÍO A LA IGLESIA Y AL PAPA
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Reflexión:
Ante el “Fenómeno” padre Pío, los fieles de todo el mundo llegaban a él en mayores grupos para oír sus misas y confesarse con él. Sin embargo, desde diferentes sectores de la misma Iglesia surgieron calumnias y falsos informes sobre su vida y actividad, y hasta el mismo Santo Oficio de Roma le prohibió durante un tiempo celebrar en público y confesar. ¿Cómo reacciona el padre Pío? Con humildad, silencio y oración. Nos cuenta un cohermano suyo: “Al recibir la noticia de la prohibición de celebrar y confesar en público, el padre Pío dejó entrever unas lágrimas y un gesto de profundo dolor. Se retiró a la tribuna del coro y a los pies del crucifijo estuvo orando hasta la medianoche”.
Luego él mismo dijo: La Iglesia es una madre a la que hay que amar
y más cuando nos pega. A un admirador e hijo espiritual que quería llevar una
protesta públicamente, dijo: “Si en verdad me amas, no debes continuar lo que
estás haciendo por mí. No se puede amar al hijo, mortificando a la madre
Iglesia”. El padre Pío amaba al Papa como a Cristo en la tierra, y diariamente
ofrecía su vida por él. Mi primer recuerdo de cada día en la oración de la
mañana -decía - es por el Papa.
La fundación de los grupos de oración tiene como primera y
principal intención orar por la Iglesia y por el Papa. Yo quiero que mis grupos
de oración -decía - oren siempre según las intenciones del Papa, a quien amo
tanto, tanto, como al mismo Jesucristo.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos:
Oh Dios, nuestro refugio y fortaleza, escucha benignamente las oraciones de tu Iglesia y, por la intercesión de san Pío de Pietrelcina, concédenos con abundancia cuanto te pedimos con fe. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
DÍA NOVENO
LA ORACIÓN DEL PADRE PÍO
Oraciones para todos los días. (ver inciso “A”)
Reflexión:
El padre Pío repetía con frecuencia: Se busca a Dios en los libros, pero se lo encuentra en la oración. Si hoy no se cree, se debe a la falta de oración. Más se ora, más aumenta la fe y se encuentra a Dios. El padre Gabriel Amorth, amigo e hijo espiritual del padre Pío, dijo: “El padre Pío, cuanto más avanzaba en edad, más sentía la necesidad de aumentar la oración. La necesidad de la oración le era sugerida por la conciencia de saberse indigno, se sentía un gran pecador, con el riesgo de poder perder la fe. Por ello ha sido siempre un gran pedigüeño de oración. Yo sabía que sí quería verlo iluminado de gozo, no tenía más que decirle: “Padre rezo por usted”.
El padre Pío se había definido a sí mismo: Un fraile que ora. Sus
biógrafos lo definen como a san Francisco de Asís. “Un hombre hecho oración”.
Los continuos llamados del Papa Pío XII a la oración para que terminara la
guerra, encontraron en el padre Pío una respuesta concreta. Él fundó sus ya
famosos grupos de oración, que definió: “Semilleros de fe, hogares de amor en
los cuales Cristo mismo está presente cada vez que se reúnen para la oración
bajo la guía de sus directores espirituales”. La oración principal que se reza
en estos grupos, es el santo rosario y una breve reflexión sobre algún mensaje
espiritual y los ejemplos de la vida santa del padre Pío.
Pronto tuvieron mucha difusión en Italia y en todo el mundo. El
mismo Santo Padre, Juan Pablo II, dijo que los grupos de oración son una de las
herencias espirituales más preciosas que nos dejó el santo.
Oración final para todos los días. (ver inciso “B”)
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que nos diste en san Pío de Pietrelcina un modelo insigne de oración, haz que nuestra vida transcurra en una constante y ferviente unión contigo, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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