CORONA DE LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN MARIA
Antes de comenzar, es necesario que lean la explicación más abajo en color blanco.
Los sufrimientos de la Madre de Dios no pueden ser comprendidos, son inconcebibles. Toda su vida fue, como la de su Divino Hijo, una continua serie de sufrimientos y tribulaciones.
El objeto de la devoción a Nuestra Señora de los Dolores consiste en una compasión sincera desde el fondo de nuestro corazón por los Dolores que la Santísima Virgen soportó a lo largo de toda su vida.
La Devoción a los dolores de María debe de ser practicada especialmente por aquellas almas que deseen deshacerse de hábitos pecaminosos.
Esta devoción alimenta el espíritu de compunción, nos da gran consuelo, fortalece la confianza en la misericordia de Dios, nos da la especial protección de Nuestra Santísima Madre a la hora de la tentación y preserva al pecador convertido de volver a caer.
La Madre de Dios le dijo en una ocasión a Santa Brígida: "No importa que tan numerosos sean los pecados de una persona. Si se vuelve a mi con un sincero propósito de enmienda, Estoy preparada para recibirle con mis gracias, porque Yo no tomo en cuenta el numero de pecados que ha cometido, sino que me fijo únicamente en la disposición con que viene a mi; Yo ya no siento aversión en curar sus heridas, porque Yo soy llamada y soy en realidad la Madre de la Misericordia".
En recompensa a su fidelidad en permanecer cerca de Jesús cuando murió en la Cruz, Nuestra Señora de los Dolores ha recibido de Él un poder especial para asistir a las almas en su última agonía y sin duda ella ejercitará este poder especialmente por aquellos que han llorado con ella y que le han tenido compasión.
La Iglesia honra con dos fiestas los Siete Dolores de María; una de ellas es el Viernes anterior al Viernes Santo, y la otra es el 15 de Septiembre.
La Santísima Virgen concede siete gracias a las almas que la honren diariamente rezando siete Aves Marías y que mediten en sus lágrimas y dolores. Esta devoción fue dictada a Santa Brígida por Nuestra Señora.
Les concederé paz a sus familias.
Serán iluminados sobre los Divinos Misterios.
Los consolaré en sus dolores y los acompañaré en su trabajo.
Les concederé todo lo que me pidan siempre y cuando esto no se oponga a la adorable voluntad de Mi Divino Hijo o a la santificación de sus almas.
Los defenderé en sus batallas espirituales con el enemigo infernal y los protegeré en cada instante de su vida.
Los ayudaré visiblemente en la hora de su muerte; verán la cara de Su Madre.
He obtenido de mi Divino Hijo, que todos aquellos que propagan esta devoción a mis lágrimas y dolores, serán llevados directamente de esta vida terrenal a la eterna felicidad ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo y Yo seremos su eterno consuelo y alegría.
Acto de contrición
Oh, único y amabilísimo Señor mío, aquí me tienes en vuestra Divina Presencia, lleno de confusión, al considerar las muchas gravísimas injurias que te he hecho. Te pido perdón de ellas con todo mi corazón, arrepentido sólo por amor vuestro, y reflexionando sobre vuestra infinita bondad, las detesto y abomino sobre todo mal... Quisiera haber muerto mil veces antes de haberte ofendido; estoy resuelto a perder la vida de mil maneras, antes de volver a ofenderte. Oh Jesús mío Crucificado, propongo lavar mi alma, cuanto antes, con vuestra preciosa sangre, por medio de la confesión sacramental. Y Vos piadosísima Virgen, Madre de Misericordia y refugio de pecadores, por vuestros acerbos Dolores, alcanzadme el suspirado perdón de mis culpas, mientras que yo, rogando a intención de los Sumos Pontífices, para ganar las santas indulgencias concedidas a vuestra Corona, espero alcanzar con ella, la remisión de las penas debidas por mis pecados.
Con esta confianza en el corazón, comienzo meditando el Primer Dolor:
1er. Dolor: La Profecía de Simeón, en la presentación del Niño Jesús.
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando
Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los
sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo corredentora sería a base de dolor,
te acompañamos en este dolor ... Y, por los méritos del mismo, has que seamos
dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes
Dios te Salve, María .................
2º. Dolor: La huída a Egipto con Jesús y José.
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor .... Y, por los méritos del mismo, has que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.
Dios te Salve, Maria ...............
3er. Dolor: La pérdida de Jesús.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor .... Y, por los méritos del mismo, has que los jóvenes no se pierdan por los malos caminos.
Dios te Salve, María ...................
4º. Dolor: El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino al Calvario.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu hijo cargando la cruz, como cargando con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; ¨ Él que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor ... Y, por los méritos del mismo, has que seamos dignos vasallos de tan gran Rey t sepamos ser humildes como Él lo fue.
Dios te Salve, María ................
5º. Dolor: La crucifixión y la agonía de Jesús.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor .... Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y has que podamos recibir los frutos de la redención.
Dios te Salve, María .................
6º. Dolor: La lanzada y el recibir en brazos a Jesús muerto.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirás como si la hubiera dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor ... Y, por los méritos del mismo, has que sepamos amar a Jesús como Él nos amó.
Dios te Salve, María ..................
7º. Dolor: El entierro de Jesús y la Soledad de María.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; Él, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento: y aunque tú supieras que al tercer día resucitaría , el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pago nuestro rescate por nuestros pecados; y tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor ... Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos ( .......)
Dios te Salve, María ..... Gloria al Padre ....
Explicación
Existen varias coronas y rosarios de los dolores, también el Rosario de las Lágrimas y Sangre de la Virgen.
A esta Corona de los 7 Dolores, le vamos a hacer el siguiente cambio, porque la persona que la transcribió, no entendió exactamente como es, porque se puede entender de las dos formas, es un poco ambigua la explicación.
1.- Se comienza con el primer dolor.
2.- Un Padrenuestro.
3.- Siete Avemarías.
4.- Se recuerda el siguiente dolor y se hace lo mismo, un Padrenuestro y siete avemarías (para cada dolor)
5.- Una vez que se terminan los siete dolores con sus 49 Avemarías, se reza al finalizar tres Avemarías en honor a las lágrimas derramadas por Nuestra Santísima Madre.
¿Se entendió?
Son siete Avemarías por cada dolor.
Esta Corona, fue elegida por la Santísima Virgen, como parte del Rosario de la Armada, que se reza, como ustedes saben, los días 25 de cada mes.
Ahora que tenemos aclarado cómo se reza les vamos a dar las indulgencias. Al final les hemos dejado el Rosario de la Virgen de los Dolores, que es lo mismo, pero con una variación en el Avemaría. Es válido rezar cualquiera de los dos, la Corona o el Rosario.
Indulgencias:
1.- Se concede por el Papa Benedicto XIII, en su breve "Redentoris" del 26 de Septiembre de 1724, 200 días de indulgencia por cada Padrenuestro y 200 días por cada Avemaría, si se reza en alguna Iglesia de la Orden de los Siervos de María. La misma indulgencia en cualquier lugar en los siguiente días:
a) Los viernes.
b) Cualquier día durante la Cuaresma.
c) En la Fiesta y Octava de los Siete Dolores de la Santísima Virgen.
En cualquier día del año y en cualquier lugar: 100 días.
Finalmente al que la rece sólo o acompañado, le concede 7 años y las cuarentenas.
2.- El Papa Clemente XII, con el objeto de que los fieles se acordasen de los Dolores de la Santísima Virgen y le fuesen agradecidos, el 12 de diciembre de 1734, ratifica las indulgencias de Benedicto XIII y agrega lo siguiente:
Indulgencia Plenaria y remisión de todos los pecados, a quienes recen la Corona diariamente por un mes continuo y luego confesado y comulgado. rogase por la Santa Iglesia, al que verdaderamente arrepentido y confesado, o al menos con firme propósito de confesarse, rezare esta Corona, por cada vez 100 años de indulgencia. Al que confesado y comulgando, la rezase los lunes, miércoles y viernes y en las fiestas de preceptos de la Iglesia; 150 años de indulgencia. Y al que acostumbrase rezarla cuatro veces por semana, indulgencia plenaria, en un día del año a su elección, confesando y comulgando y rezándola en aquel mismo día ( es decir, confesión, comunión y la corona, todo en el mismo día, una vez en el año).
3.- 100 días de indulgencia, cada vez que se recite en honor de los dolores, el Stabat Mater compuesto por el Papa Inocencio III. El mismo otorga la indulgencia.
Stabat Mater
(Estaba la Madre)
Firme junto a la Cruz Sacrosanta
En pié estaba la Madre doliente,
Contemplando de aquella pendiente,
A Jesús, su delicia y amor.
Y en profundo sollozos y en tanta,
fiera angustia apenada gemía,
que pasado su pecho sentía
por la espada cruel del dolor.
Cuál sería el horrible tormento,
de aquella alma tan cándida y pura,
como el cáliz de atroz amargura
del Dios Hijo, la Madre agotó.
Ver a un Hijo y a un Dios el aliento,
con fatiga exhalando y que expira,
de esta Madre el penar que le mira,
decid madres ¿qué madre probó?
¿Quién el raudo llorar contendría,
aunque el pecho de tigre encerrara,
si a la Madre de Cristo observara
abismada en tan hondo sufrir?
Vio la Madre a Jesús en tortura,
por las culpas de un pueblo, que ingrato,
a su Dios sacrifica insensato,
viole objeto de llanto y pesar.
Viole sobre el Calvario, por dura
mano vil en el leño clavado,
el aliento exhalar desolado
y la Faz moribunda inclinar.
Madre dulce, Purísima fuente,
de magnánimo amor, de amor santo,
por piedad no desdeñes mi llanto,
llegue al mar tu fiero dolor.
Sienta al menos mi pecho ferviente,
en la Llama Divina abrasarse,
y del fango brutal despegarse,
para ser agradable al Señor.
Las heridas del Hijo cruentas
en mi fiel corazón ¡ay! imprime;
que las penas sin fin en que gime,
todas juntas se deben a mí.
Yo merezco las crudas afrentas,
fieros golpes, agudos garfios,
si los yerros, oh Madre son míos,
¿no podré yo llorar junto a Ti?
A tu lado podré dolorido
y pegada a la tierra mi frente,
ya que no condolerme inocente,
adorar al que expira en la Cruz.
Y expiar en contrito gemido,
cabe Ti mis injustas ofensas,
y plañir en tus penas inmensas,
la agonía cruel de Jesús.
Y ora Tú, que de vírgenes santas,
en los cielos el coro presides,
no en tu gloria, a este mísero olvides
que desea contigo gemir.
Haz que siempre, postrado a las plantas,
del pendiente Jesús, yo suspire,
y que siempre presente le mire,
en su leño sangriento sufrir.
De sus llagas, mi pecho llagado,
por su Cruz Sacrosanta oprimido,
de su Sangre Divina teñido,
haz que parta con el penar.
Para que por tu ruego, aplacado
pueda hallarle en el último día,
cuando el mundo estará en agonía,
pueda entonces en Él esperar.
Oh Jesús, al salir del desierto,
no abandones un alma que llora,
para quien piadosa te implora,
tu fiel Madre, la palma inmortal.
Cuando salga por fin de su encierro,
mi alma pobre, y remonte su vuelo,
no le niegues su entrada en el cielo,
y el gozar de tu gloria eternal.
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